Los cultivadores de la música sagrada, dedicándose con renovado impulso a un sector de tan vital importancia, contribuirán a la maduración de la vida espiritual del pueblo de Dios (San Juan Pablo II).


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viernes, 29 de marzo de 2013

VATICANO II Y LA MUSICA LITURGICA: LO QUE PIDE (3ra. parte)

“LA FORMACION EN EL CAMPO DE LA MUSICA SAGRADA”

(Tercero de una serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium)

 

     Una de las áreas en donde menos formación tenemos es en lo concerniente a la música litúrgica. Sin embargo, SC 115 indica lo siguiente: dése mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminarios, en los noviciados de religiosos de ambos sexos y en las casas de estudios, así como también en los demás institutos y escuelas católicas; para que se pueda impartir esta enseñanza, fórmense con esmero profesores encargados de la música sacra. Se recomienda, además, que, según las circunstancias, se erijan institutos superiores de música sacra. Dése también una genuina educación litúrgica a los compositores y cantores, en particular a los niños. Esta prescripción conciliar nos puede sonar novedosa y hasta anacrónica, pues es algo prácticamente olvidado en nuestra Iglesia. Si bien otros campos de la teología se han desarrollado, la música litúrgica ha quedado estancada. En nuestras comunidades parroquiales tenemos personas talentosas en extremo que ponen sus talentos a disposición de la comunidad, pero sin la suficiente formación musical y litúrgica. Se trata de un área en donde hemos caído en una triste mediocridad: a cualquiera que toque la guitarra le animamos para que forme y dirija un coro. La persona escogida lo hace por amor a su parroquia, haciendo lo que puede, pero no se le brinda mayor formación que el decirle: “cante esto y no aquello”.

     Los sacerdotes somos los primeros que carecemos de formación litúrgica y musical. Al no tener formación suficiente en estas materias, delegamos en aquellos que toquen algún instrumento musical la dirección del grupo de cantores. Y al no tener una formación litúrgica sólida, admitimos cualquier cántico, siempre y cuando sea bonito y le guste a la gente, aunque sea del todo inapropiado para el culto divino. El hecho de presidir las celebraciones litúrgicas no garantiza por sí solo el “sensus litirgiæ”.

     Para que se pueda impartir esta enseñanza, fórmense con esmero profesores encargados de la música sacra. ¿Cuántos sacerdotes han sido enviados a prepararse en el campo de la música litúrgica?  Si no tenemos sacerdotes y laicos debidamente preparados: ¿quién impartirá esta materia en nuestros seminarios y noviciados? En la formación al sacerdocio no podemos minimizar la importancia de la formación musical en nombre de la teología y de la “pastoral”. Si los sacerdotes carecemos de sentido litúrgico y musical es por la falta de formación en esas áreas. ¿Cómo podemos exigir calidad en los cánticos si no tenemos compositores debidamente formados, si no tenemos escuelas de música sacraNo hace falta un Vaticano III: hace falta seguir implementando el Vaticano II.

          La formación litúrgica y musical:

1.      redundará en una mayor calidad en nuestras celebraciones litúrgicas: al contar con músicos formados en liturgia y en música, nuestras acciones litúrgicas serán de mayor calidad, tanto por la calidad musical y la calidad de los textos de los cánticos, elementos que abonan a una mayor calidad cultual.
 
2.      fomentará vivir más plena, consciente y activamente nuestras celebraciones litúrgicas: cuando los cantores e instrumentistas conocen la Misa y los sacramentos, vivirán mejor la liturgia. No se tratará de una “cantar por cantar”, sino de un celebrar en calidad de ministros de la música con toda la comunidad. Además de la formación musical, se dará también a los miembros del coro una formación litúrgica y espiritual adecuada, de manera que, al desempeñar perfectamente su función religiosa, no aporten solamente más belleza a la acción sagrada y un excelente ejemplo a los fieles, sino que adquieran ellos mismos un verdadero fruto espiritual (Músicam Sacram 24).


     Dijo muy bien el Beato Juan Pablo II: Por tanto, también en este campo urge promover una sólida formación tanto de los pastores como de los fieles laicos. San Pío X insistía particularmente en la formación musical de los clérigos. También el concilio Vaticano II hizo una recomendación en este sentido: "Dése mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminario…. Esa indicación espera realizarse plenamente. Por consiguiente, considero oportuno recordarla, para que los futuros pastores puedan adquirir una adecuada sensibilidad también en este campo (Quirógrafo 9).
     Ojalá nuestros la formación musical sea debidamente considerada en nuestra Iglesia, como lo pidió Vaticano II.

 

 

 

 

 

 

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