Comparto con ustedes unas décimas que escribi el 17 de marzo de 2008, Lunes Santo. Las mismas versan sobre las SIETE PALABRAS de Cristo en la cruz. Las comparto con ustedes:
Primera Palabra: PADRE, PERDONALOS,
PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN
Llegando al final destino
llamado “La Calavera”
Jesús, cual reo cualquiera
clavado es sin trato fino.
Fue largo aquel
camino
y sus heridas no caben
en sus miembros. Que le alaben
los hombres con devoción,
pues dijo: “Padre, perdón,
porque lo que hacen no saben”.
Segunda Palabra: EN
VERDAD TE DIGO QUE HOY ESTARAS CONMIGO EN EL PARAISO
A Jesús dos malechores
le hacían compañía;
Uno de ellos profería
blasfemias en sus dolores.
El otro, por sus errores
pedía con tono inciso
al Cristo que allí él quiso
“¿Oh, de mí te acordarás?”
“Te digo: hoy
estarás
Conmigo en el Paraíso”.
Tercera Palabra: MUJER, AHI TIENES A TU HIJO. HIJO, AHI
TIENES A TU MADRE
Jesús, al su madre ver
y al discípulo querido
dice con fuerte gemido
“este es tu hijo, mujer”.
Y, al su mirada volver,
dice al discípulo amado:
“Tienes a tu madre al lado”.
Y desde aquella hora
la recibió, sin demora,
en su casa emocionado.
Cuarta Palabra: DIOS MIO, DIOS MIO,
¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
La gente cruel pasaba
y meneando la cabeza
se burlaba con presteza
de Jesús, quien suspiraba.
La oscuridad circundaba
el lugar, y el reo clavado
miró al cielo acongojado
buscando al Padre Dios pío.
Gritó, “Dios mío, Dios mío,
¿Por qué me has abandonado?”
Quinta Palabra: TENGO SED
En terrible oscuridad,
aquella macabra escena
se prolongaba sin pena;
parecía una eternidad.
Jesús, buscando piedad
recordó el “Tomád, comed”
de la cena, y el “bebed”
de su infinita bondad;
y buscando caridad
gritó fuerte: “tengo sed”.
Sexta Palabra: TODO ESTA CONSUMADO
Lo oyó un soldado y salió
del juego de dados y al
instante, en el puntal
de su lanza espetó
una esponja y la llenó
de vinagre, y el Clavado
no la quiso, y cansado,
su mirada elevó,
y conforme exclamó:
“Todo está consumado”.
Séptima Palabra: PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI
ESPIRITU
Al decir esta sentencia
el cielo se conmovía
y su corazón latía
con mucha menos violencia.
Y en medio de penitencia
se quedó a aquel pueblo viendo,
y de sí fuerza saliendo,
exclamó ante sus hermanos:
“Padre, en tus santas manos
mi
espíritu encomiendo”
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