Los cultivadores de la música sagrada, dedicándose con renovado impulso a un sector de tan vital importancia, contribuirán a la maduración de la vida espiritual del pueblo de Dios (San Juan Pablo II).


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martes, 5 de marzo de 2013

VATICANO II Y LA MUSICA LITURGICA: LO QUE PIDE (primera parte)

“EL USO DEL LATIN Y DEL VERNACULO”

(Primero de una serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium)
 
 
    
      Son muchas las personas que “citan” el Concilio Vaticano II para decir que el mismo “quitó” la Misa “de espaldas”; “eliminó” el latín, introduciendo –en nuestro caso- el español; suprimió el órgano para darle cabida a otros instrumentos musicales propios de las distintas naciones; quitó del mapa el canto gregoriano, permitiendo así música “más viva” en la liturgia; etc. Son muchos los que, a 50 años de tan gran acontecimiento eclesial, reducen el mismo a este mínimo, olvidándose de que Vaticano II presenta 16 documentos que hablan sobre la Iglesia, sobre la Sagrada Escritura, sobre el culto divino, sobre la vida religiosa, el ecumenismo, los medios de comunicación, y muchos otros temas. ¿Alguna vez hemos leído alguna de las 4 constituciones, 9 decretos o 3 declaraciones frutos de este último concilio ecuménico?

     Me he propuesto escribir una serie de artículos, centrándome en el capítulo VI de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, mejor conocida como la Sacrosanctum Concilium -SC- para destacar lo que pidió el Concilio en lo tocante a la música litúrgica, aprovechando que en diciembre del 2013 la SC cumple 50 años. Muchas veces decimos barbaridades en nombre de un concilio del cual apenas hemos oído hablar. ¿Qué pide Vaticano II respecto a la música sagrada?

     El 113 de la SC afirma: En cuanto a la lengua que debe usarse, cúmplase lo dispuesto en el artículo 36. Este artículo dice: Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular. Sin embargo, como el uso de la lengua vulgar es muy útil para el pueblo en no pocas ocasiones, tanto en la Misa como en la administración de los Sacramentos y en otras partes de la Liturgia, se le podrá dar mayor cabida, ante todo, en las lecturas y moniciones, en algunas oraciones y cantos, conforme a las normas que acerca de esta materia se establecen para cada caso en los capítulos siguientes…será de la incumbencia de la competente autoridad eclesiástica territorial determinar si ha de usarse la lengua vernácula y en qué extensión; estas decisiones tienen que ser aceptadas, es decir, confirmadas por la Sede Apostólica. Vaticano II pide que se conserve en la liturgia el latín: a la lengua vernácula se le podrá dar mayor cabida, ante todo, en…los cantos. ¿Por qué afirmamos categóricamente que Vaticano II suprimió el latín, cuando éste sigue siendo el idioma de nuestro rito latino?

    La Instrucción Músicam Sacram (de 1967) interpreta, especifica y amplía el capítulo VI de la SC. Respecto a este tema nos dice en el número 47: Observando exactamente estas normas (las citadas en el art. 36 de SC), se empleará, pues, la forma de participación que mejor corresponda a las posibilidades de cada asamblea. Los pastores de almas cuidarán de que, además de en lengua vernácula, los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del Ordinario de la misa que les corresponde.
 
 
 
 
 

     Mi intención no es proponer que celebremos la Misa en latín, sino destacar lo que pidió Vaticano II, quien no suprimió el latín. Si bien cantamos en nuestro idioma los diferentes cánticos litúrgicos –cosa útil para el pueblo en no pocas ocasiones- , ¿por qué no aprender, a tono con el sentir conciliar, cantos en latín, sobretodo las partes del Ordinario de la misa, entiéndase: algún “Kyrie”, “Gloria”, “Sanctus”, “Paternoster”, “Agnus Dei”? ¿Por qué no aprender el “Pange Lingua”, el “Adorote Devote”, el “Ubi cáritas”, la “Salve Regina”? En nuestro tiempo hemos llegado de pensar que no podemos cantar en latín porque eso es “preconciliar”, y por ende, anticuado. ¿Quien dijo? Se nota que no hemos leído Vaticano II… Aunque se trate de un idioma que no hablemos cotidianamente ni entendamos (ni ustedes ni yo), un buen hijo no debe despreciar la lengua de su madre la Iglesia.

     Se trata de un verdadero reto pastoral, de un tratar de enderezar lo que se ha torcido en estos 50 años por no escudriñar debidamente el Concilio Vaticano II en torno a la materia que nos compete, limitándonos a repetir “papagallísticamente” lo que escuchamos “por ahí”. Nos hemos ceñido a fórmulas tan erróneas como “pre-conciliar= malo / post-conciliar= bueno”; “latín= malo / vernáculo= bueno”; “órgano= malo / cualquier instrumento musical= bueno”. Este punto lo seguiré desarrollando en artículos futuros.  

     Vaticano II afirmó que la lengua que debe usarse en la liturgia del rito romano es el latín: concedió el permiso de usar el vernáculo para beneficio nuestro, cosa que se ha convertido en la norma, hasta el punto de llegar a creer que el latín está o prohibido, o anticuado, o “anti-Vaticano II”.

     ¿Por qué no aprender cánticos en latín, según el sentir de la Iglesia? A mi entender, el latín aporta 2 elementos extraordinarios que estamos perdiendo en nombre de “Vaticano II”:

1.    El latín nos ayuda a fomentar nuestra identidad católica. El idioma de nuestra madre la Iglesia sigue siendo el latín, aunque, en nuestras comunidades, celebremos los misterios de la fe en el vernáculo. Esto se nota de manera extraordinaria cuando participamos de Misas con feligresía internacional, como -por ejemplo-  las que se celebran en la Plaza de San Pedro en Roma. A pesar de la diversidad nacional, el cantar y rezar en un mismo idioma –el de nuestra madre la Iglesia- nos hace sentir a “todos unidos formando un solo cuerpo”, como dice el famoso canto en español de Mons. Cesáreo Gabarain.

2.    El latín también fomenta la dimensión mistérica de la liturgia, pues el latín, así como el misterio, nos resulta ininteligible, por lo que el latín se convierte en un signo del misterio, un vehículo que nos conduce al misterio. El hecho de rezar o cantar juntos en un idioma cultual que no hablamos cotidianamente, sino que reservamos para el culto a Dios, aporta al redescubrimiento de la liturgia como participación ritual en el misterio de Cristo Salvador.  Sería bueno aprender cánticos sencillos en latín, aprender a pronunciarlo debidamente, teniendo a mano traducciones al vernáculo, para saber lo que estamos cantando.
 
     No se trata de despreciar el vernáculo, sino de apreciar el latín, pues este idioma ni envenena ni es sacrílego. Ojalá algún día los coros parroquiales, guiados los “pastores de almas” (que somos los primeros que hemos malinterpretado Vaticano II), canten con toda espontaneidad el “Rorate Cœli” en Adviento o el “Ave verum” en la exposición del Santísimo, junto con toda la asamblea.

     Muchos hablan de un “Vaticano III”. ¿Para qué? Todavía falta muuuucho por implementar del Concilio Vaticano II –también en muchos temas que no vienen al caso. Que el Espíritu Santo nos guíe.

 

 

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