Los cultivadores de la música sagrada, dedicándose con renovado impulso a un sector de tan vital importancia, contribuirán a la maduración de la vida espiritual del pueblo de Dios (San Juan Pablo II).


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sábado, 22 de diciembre de 2012

LA IGLESIA CATOLICA Y LA MUSICA PUERTORRIQUEÑA


       La Iglesia católica defiende y promueve todo lo que enaltezca al ser humano en su integridad, en virtud de que Cristo, el Verbo Encarnado, dignifica y ennoblece la naturaleza humana al asumirla. Ya lo decía san Pablo a los filipenses: ...todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud o valor, tenedlo en aprecio[1]. Y La música es uno de esos valores. Con la música los pueblos se desarrollan, maduran, crecen,  y la misma es como una radiografía de ellos, de sus valores, de sus raíces, de su ser. Desde que Cristóbal Colón arribó a “Las Indias”, este nuevo mundo comenzó a conocer la “radiografía” de los colonizadores españoles. Estos trajeron su religión, su cultura y su música. Fueron hombres decididos y con profundas convicciones religiosas que conquistaron un Nuevo Mundo y se dispusieron a abrirlo a su fe, a su cultura y, como parte de ella, a su música[2]. Religión, cultura y música. Tres elementos fundamentales que se entrelazan entre sí. La cultura implica, entre muchas cosas, aspectos religiosos y artístico-musicales. Por la religión rendimos culto a nuestro Creador sin prescindir de nuestra forma de ser como pueblo, sin dejar atrás el papel de la música como expresión cultual de esa fe. La música nos puede sintonizar tanto con lo sagrado como con nosotros mismos.  Son tres elementos que se han fusionado sin compasión para forjar nuestra identidad patria.

     Centrémonos en los aportes de la Religión Católica en la formación y desarrollo de lo que es nuestra música, parte imprescindible de nuestra cultura puertorriqueña. Desde los inicios de la colonización, los españoles nos trajeron su música y su religión, su “radiografía” como pueblo. Los misioneros españoles transmitieron la fe católica a los indios sin prescindir del canto gregoriano[3]; ya en 1598, por órdenes del primer Obispo de Puerto Rico, Alonso Manso, había un órgano en la catedral de San Juan con 6 capellanes de coro, organista y “chantre” (cantor)[4]. La música peninsular fue haciéndose propia al irse adaptando a la vida y a las costumbres de los insulares.

     La música religiosa influenció grandemente en los gustos musicales de este nuevo pueblo que iba surgiendo.  Entre las formas musicales a las que nos referimos sobresale el villancico, forma poético musical de origen español (ss. XV-XVI) que tocaba temas cristianos (relatos navideños u otros temas bíblicos). Esta forma poético-musical, como suele pasar en estos casos, fue amoldándose a la nueva cultura que iba surgiendo, diferenciándose poco a poco del original español. El villancico, que en un principio era a 4 voces, pasa a ser un canto monofónico. Del uso cultual se fue adaptando al uso popular; en las iglesias se acompañaba con órgano o armonio,  y en la calle, con instrumentos de cuerda[5]. El aguinaldo, también de origen español aunque con temas más profanos y con características musicales propias, gozaba de un carácter religioso al sur de España. En las navidades andaluzas, grupos de personas iban cantando aguinaldos casa por casa, buscando precisamente “aguinaldos” u obsequios[6], emulando la búsqueda de posada por parte de la Virgen María y San José, tradición española que revistió unas características muy particulares en Puerto Rico con las tradicionales “parrandas”, y en el resto de Latinoamérica con la llamadas “posadas”, elementos culturales de inspiración cristiana (al menos en sus orígenes). Hoy el aguinaldo entendido en su sentido original, se conserva sobre todo en el período pre-navideño y navideño. En el culto católico no pueden faltar los aguinaldos en el novenario de misas que llevan este nombre (Misas de “Aguinaldo”), desde el 16 de diciembre hasta el 24 de este mismo mes[7], celebradas originalmente a las 5:00 ó 5:30AM, antes de que salga el sol, con la idea de que:

 

Los últimos aguinaldos alusivos a la salida del sol material, símbolo del Sol Espiritual –Cristo Jesús- coincidan con la aurora, o sea, las 6:00 de la mañana[8].

 

 

Sería un pecado no cantar aguinaldos en estas misas, o celebrarlas a las 7:00 PM (...). Igualmente se cantan aguinaldos en la Misa de Gallo, la Misa navideña de medianoche entre el 24 y el 25 de diciembre[9]. Esta modalidad musical acompaña las fiestas navideñas hasta la celebración de la Epifanía, mejor conocida como el día de los Reyes, y durante su Octava o, inclusive, Quincena[10].
 
 
 

          Otra aportación del catolicismo a nuestro folclore musical la vemos en los Rosarios Cantados, tradición de profundas raíces católicas. Surge de la oración diaria, practicada (por órdenes constantes de la Corte Real a las Indias) por los hacendados y los esclavos. Se aprendía el Catecismo y se rezaba diariamente el Rosario[11]. Después de los rezos había un momento de distensión bailable. ¡Se bailaba después del Rosario! Con el correr de los años fueron surgiendo tres tipos de Rosario Cantado: Los que se rezaban por las almas del Purgatorio (por las benditas ánimas), los que se rezaban para pagar alguna promesa, que se rezaban en la Iglesia y se cantaban “a capella”, aunque hoy admiten instrumentos musicales (cuatro, guitarra, güiro y otros). La tercera modalidad son los Rosarios de Cruz, mejor conocidos como  las Fiestas de Cruz.  Están dirigidos tanto a este instrumento en donde murió Jesucristo como  a la Virgen, a Cristo mismo y al mes de mayo, mes en el que se celebraba la antigua fiesta de la Invención de la Santa Cruz, fiesta que en otros lugares aún se celebra, como en el Municipio de Bayamón[12].  Provienen de Andalucía, donde se rezaba el Rosario a la Virgen María y se hacían bailes con o sin cantos, en honor a la Cruz. Luego se comían golosinas con vino o refrescos[13]. La modalidad boricua de estos Rosarios es autóctona, propia de nuestro pueblo, con bellos cánticos transmitidos por muchas generaciones vía tradición oral, cuya música y ritmos varían según la época y el lugar en donde se practique esta devoción[14]. Lo bailable fue excluido de nuestra tradición, al igual que el Rosario a la Virgen.

 


 

     En este brevísimo recorrido hemos visto algunas aportaciones de la Iglesia Católica a nuestra música: la música navideña con sus villancicos y aguinaldos, los Rosarios Cantados y las Fiestas de Cruz. Estas costumbres pertenecen al patrimonio cultural y musical puertorriqueño, aunque tengan una directa inspiración española, pues de España las recibimos y aquí evolucionaron hasta tener una identidad autóctona. El elemento proveniente de los ibéricos y que no debe perderse es el elemento religioso, cristiano, que es medular en todas estas prácticas religiosas. Ignorar este elemento o –peor aún- eliminarlo redundaría en  un terrible daño no solo a nuestra piedad cristiana, sino a nosotros mismos como pueblo, pues estaríamos adulterando nuestra cultura. Quitarle lo esencial a un ente, es destruirlo. Pienso específicamente en la música que gira en torno a la Navidad. Este tiempo fuerte de la liturgia católica surgió originalmente del paganismo, pues se sustituyó la fiesta romana del Sol Invicto, que se celebraba en el solsticio de invierno, en donde el día comienza a vencer poco a poco a la noche en duración. El Sol Invicto es, como decíamos antes, Jesucristo, el Sol que nace de lo alto[15]. Hoy se ve el fenómeno contrario: la paganización de una fiesta cristiana, con la introducción de músicas con letras que invitan al licor excesivo, a la comelata viciosa y a muchas cosas muy lejanas a las enseñanzas de Aquel cuyo nacimiento decimos celebrar. Este es un ejemplo de una fiesta netamente cristiana que está perdiendo su norte. Sí, hay que promover las rectas tradiciones de nuestro pueblo, pero sin perder su sentido original –en este caso- cristiano. De lo contrario no sólo estaríamos adulterando la fe misma, sino también nuestra cultura puertorriqueña. Este es un gran reto que tenemos: salvaguardar nuestra música y nuestra cultura, evitando que se esfume su sentido original cristiano.
 

 

 



[1] Fil 4,8
[2] cf. María Luisa Muñoz, La música en Puerto Rico (panorama histórico- cultural) The Troutman Press, (Sharon Conneticut), 1961, pag 26.
[3] cf. La Gran Enciclopedia de Puerto Rico, Ed. R, Madrid (España), T. VII, pag. 41
[4] cf. Pedro Malavet Vega, Historia de la Canción Popular en Puerto Rico(1493-1898), pags. 103-104
[5] cf. La Gran Enciclopedia de Puerto Rico, Ed. R, Madrid (España), T. VII, pag. 15-16
[6] De la palabra celta iguinand, que significa “regalo” (Colecciones Puertorriqueñas, The Trutman Press (Sharon Conneticut), 1983, pag. 49)
[7] Cf. Catherine Dower, Puerto Rican music following the spanish american war, University Press of America, (USA), 1983, Pag. 82.
[8] Colecciones Puertorriqueñas, The Trutman Press (Sharon Conneticut), 1983, pag. 61 (tomado del Rvdo Juan Viera Rivera, Almanaque de Humacao, 1928).
[9] cf. La Gran Enciclopedia de Puerto Rico, Ed. R, Madrid (España), T. VII, pag. 17.
[10] cf. María Luisa Muñoz, La música en Puerto Rico (panorama histórico- cultural) The Troutman Press, (Sharon Conneticut), 1961, pags. 40-41.
[11] cf. La Gran Enciclopedia de Puerto Rico, Ed. R, Madrid (España), T. VII, pag. 58
[12] Sus fiestas patronales son el 3 de mayo, fiesta de la Invención de la Santa Cruz.
[13] cf. La Gran Enciclopedia de Puerto Rico, Ed. R, Madrid (España), T. VII, pag. 60.
[14] Cf. Pedro Malavet Vega, Historia de la Canción Popular en Puerto Rico (1493-1898), pag. 123; cf. La Gran Enciclopedia de Puerto Rico, Ed. R, Madrid (España), T. VII, pag. 64.
 
[15] Lc 1,78

jueves, 20 de diciembre de 2012

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI AL CONGRESO ITALIANO DE LAS "SCHOLEÆ CANTORUM, ORGANIZADO POR LA ASOCIACION SANTA CECILIA


Acerca de la fe, es natural pensar en la historia personal de san Agustín —uno de los grandes Padres de la Iglesia, que vivió entre los siglos IV y V después de Cristo—, a cuya conversión contribuyó ciertamente y de modo relevante la escucha del canto de los salmos y los himnos en las liturgias presididas por san Ambrosio. En efecto, si bien la fe siempre nace de la escucha de la Palabra de Dios —una escucha naturalmente no sólo de los sentidos, sino que de los sentidos pasa a la mente y al corazón—, no cabe duda de que la música, y sobre todo el canto, pueden dar al rezo de los salmos y de los cánticos bíblicos mayor fuerza comunicativa. Entre los carismas de san Ambrosio figuraba justamente el de una destacada sensibilidad y capacidad musical, y, una vez ordenado obispo de Milán, puso este don al servicio de la fe y de la evangelización. El testimonio de Agustín, que en aquel tiempo era profesor en Milán y buscaba a Dios, buscaba la fe, es muy significativo al respecto. En el décimo libro de las Confesiones, de su autobiografía, escribe: «Cuando recuerdo las lágrimas que derramé con los cánticos de la iglesia en los comienzos de mi conversión, y lo que ahora me conmuevo, no con el canto, sino con las cosas que se cantan, cuando se cantan con voz clara y una modulación convenientísima, reconozco de nuevo la gran utilidad de esta costumbre» (XXXIII, 50).

La experiencia de los himnos ambrosianos fue tan fuerte que Agustín los llevó grabados en su memoria y los citó a menudo en sus obras; es más, escribió una obra propiamente sobre la música, el De Musica. Afirma que durante las liturgias cantadas no aprueba la búsqueda del mero placer sensible, pero que reconoce que la música y el canto bien interpretados pueden ayudar a acoger la Palabra de Dios y a experimentar una emoción saludable. Este testimonio de san Agustín nos ayuda a comprender que la constitución Sacrosanctum Concilium, conforme a la tradición de la Iglesia, enseña que «el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne» (n. 112). ¿Por qué «necesaria o integral»? Está claro que no es por motivos puramente estéticos, en un sentido superficial, sino porque precisamente por su belleza contribuye a alimentar y expresar la fe y, por tanto, a la gloria de Dios y a la santificación de los fieles, que son el fin de la música sagrada (cf. ib.). Justamente por esto quiero agradeceros el valioso servicio que prestáis: la música que ejecutáis no es un accesorio o sólo un adorno exterior de la liturgia, sino que es ella misma liturgia. Vosotros ayudáis a que toda la asamblea alabe a Dios, a que su Palabra descienda a lo profundo del corazón: con el canto rezáis y hacéis rezar, y participáis en el canto y en la oración de la liturgia que abraza toda la creación al glorificar al Creador.

El segundo aspecto que propongo a vuestra reflexión es la relación entre el canto sagrado y la nueva evangelización. La constitución conciliar sobre la liturgia recuerda la importancia de la música sagrada en la misión ad gentes y exhorta a valorizar las tradiciones musicales de los pueblos (cf. n. 119). Pero precisamente también en los países de antigua evangelización, como Italia, la música sagrada —con su gran tradición que le es propia, que es cultura nuestra, occidental— puede tener y de hecho tiene una misión relevante, para favorecer el redescubrimiento de Dios y un acercamiento renovado al mensaje cristiano y a los misterios de la fe. Pensemos en la célebre experiencia de Paul Claudel, poeta francés que se convirtió escuchando el canto del Magníficat durante las Vísperas de Navidad en la catedral de Notre Dame de París: «En aquel momento —escribe— tuvo lugar el acontecimiento que domina toda mi vida. En un instante mi corazón fue tocado, y creí. Creí con una fuerza de adhesión tan grande, con tal elevación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte en una certeza que no dejaba lugar a ningún tipo de duda que, después de entonces, ningún razonamiento, ninguna circunstancia de mi vida agitada han podido turbar mi fe ni tocarla». Pero, sin importunar a personajes ilustres, pensemos en cuántas personas han sido tocadas en lo profundo del corazón escuchando música sagrada; y mucho más quienes se han sentido atraídos nuevamente hacia Dios por la belleza de la música litúrgica, como Claudel. Y aquí, queridos amigos, tenéis un papel importante: esforzaos por mejorar la calidad del canto litúrgico, sin temor a recuperar y valorizar la gran tradición musical de la Iglesia, que en el gregoriano y en la polifonía tiene dos de las expresiones más elevadas, como afirma el mismo Vaticano II (cf. Sacrosanctum Concilium, 116). Y desearía poner de relieve que la participación activa de todo el pueblo de Dios en la liturgia no sólo consiste en hablar, sino también en escuchar, en acoger con los sentidos y con el espíritu la Palabra, y esto vale también para la música sagrada. Vosotros, que tenéis el don del canto, podéis hacer cantar el corazón de muchas personas en las celebraciones litúrgicas.

Queridos amigos: deseo que en Italia la música litúrgica se eleve cada vez más, para alabar dignamente al Señor y para mostrar cómo la Iglesia es el lugar donde la belleza es de casa.
 

Sábado 10 de noviembre de 2012, aula Pablo VI.
 

domingo, 25 de noviembre de 2012

EL AYUNO MUSICAL EN EL ADVIENTO


     Comenzamos el Adviento, preparación para la Navidad. Aunque no es un tiempo penitencial en la Iglesia (cf. Código de Derecho Canónico 1250), la liturgia nos invita a cierta sobriedad, sobriedad penitencial que notamos en el color morado de los ornamentos de los ministros (Ordenación General del Misal Romano –OGMR- 346d) y en la moderación en la decoración (Cf. OGMR 305). Los sentidos de la vista (color litúrgico y ornato) y el olfato (moderación en las flores) se hacen partícipes de la espera del Mesías: también el sentido de la audición participa mediante la "ayuno musical".
     En el 1958 la entonces llamada Sagrada Congregación de Ritos (hoy Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos) publicó una instrucción sobre música sagrada y liturgia llamada precisamente De música sacra et sacra liturgia (DMS). Este documento preconciliar afirmaba que el sonido del órgano y otros instrumentos estaba prohibido el Adviento, desde las primeras vísperas del Primer Domingo de Adviento hasta la Nona de la Víspera de Navidad (DMS 81a). En el Adviento había que hacer un verdadero “ayuno musical”. Sin embargo, la misma instrucción presenta varias excepciones a la norma, entre las cuales destaco el tercer domingo de Adviento, anticipo de la alegría navideña (Cf DMS 83b); y el sólo propósito de sostener el canto (Cf. DMS 82c).
     La Sagrada Congregación de Ritos publicó en el 1967 la instrucción Músicam sacram, primer documento musical postconciliar. En el número 66 afirma sobre los instrumentos musicales: El sonido solo de estos instrumentos no está autorizado durante los tiempos de Adviento y Cuaresma… “Sonido solo” significa música instrumental, por lo que Músicam sacram abre un poco la puerta a la música en Adviento, aunque sea sólo para acompañar y sostener el canto de la asamblea.

     La Ordenación general del misal romano 313 afirma que Durante el tiempo de Adviento empléense con tal moderación el órgano y los demás instrumentos musicales, que sirvan a la índole propia de este tiempo, teniendo en cuenta de evitar cualquier anticipación de la plena alegría del Nacimiento del Señor. Si en Navidad la música debe expresar el gozo por la venida del Salvador, en Adviento la música debe promover la espera y la conversión a través de la moderación musical. Se pueden usar los instrumentos musicales (¡y más en Puerto Rico!), pero con moderación.

     ¿Cómo podemos practicar el ayuno musical en Adviento? Quizás suprimiendo algún instrumento musical, para reservarlo para la Navidad. Cada ministerio musical debe reflexionar al respecto, recordando lo afirmado en los documentos citados, sobretodo la OGMR 313. Si bien esta temporada es festiva en nuestro pueblo, es importante subrayar musicalmente la diferencia entre Adviento y Navidad. El elemento festivo debe reservarse para la Navidad. En una sociedad que ha adelantado la Navidad con fines meramente comerciales, la liturgia se presenta como testigo de la veracidad de estas celebraciones. Los coros parroquiales juegan un papel importante. Que el “ayuno musical” nos ayude a celebrar la verdadera Navidad.

domingo, 18 de noviembre de 2012

EL ADVIENTO Y LA EUCARISTIA


     Comenzamos el tiempo de Adviento. No es mala idea lo que les voy a proponer: aprovechar este año litúrgico que estamos comenzando para reflexionar más a fondo sobre la Eucaristía desde los tiempos y celebraciones litúrgicas. ¿Por qué no comenzar este año litúrgico con el pie derecho contemplando, aunque sea brevemente,  la Eucaristía –sacramento de nuestra fe- desde el lente del Adviento?

     En este tiempo fuerte de la liturgia tomamos conciencia de una dimensión básica del cristianismo, resumida en el Credo Niceno-Constantinopolitano (el credo largo de la Misa, tan largo como la palabra que acaba de leer): Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos… Sí: Cristo vendrá de nuevo. Vivimos esta vida como un gran Adviento, y es en esta vida en que celebramos la Eucaristía, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo, como decimos en la Misa. Cristo nos dejó la Eucaristía para que anunciáramos su muerte y proclamáramos su resurrección hasta que vuelva (cf. 1 Co 11,26). El Señor quiso servirse de dos alimentos simples y comunes, el pan y el vino, para quedarse con nosotros y actualizar su ofrenda al Padre. Su presencia en la Eucaristía nos fortalece en nuestras pruebas de la vida, pues también nosotros, como el pan y el vino, somos débiles. Notamos nuestra debilidad en esta espera llena de pruebas y cruces. La Eucaristía es fortaleza para nosotros, pues es Cristo mismo el que viene en nuestra ayuda. A Él le esperamos, pero le esperamos triunfante en su venida final y definitiva. En la Eucaristía Él viene, nos acompaña y nos prepara para acogerle en esa venida final que esperamos en el Adviento de la vida, pero de manera concentrada en el Adviento litúrgico.

     Esa presencia de Jesús-Eucaristía en nosotros es prolongación de su misión redentora. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús nos prepara y nos lleva a la conversión por la Eucaristía. Sin conversión no hay verdadera celebración navideña, por más parrandas que lleve o por más lechón que coma. Jesús-Eucaristía nos invita a la conversión y nos ayuda por y desde la Eucaristía con su presencia preparando nuestra vida para que podamos salir a su encuentro. La Eucaristía es prenda de nuestra salvación. En nuestra vida mortal saboreamos esa salvación por la Eucaristía y la disfrutaremos a plenitud a partir del Ultimo Día. La Eucaristía  es presencia real del Señor, pero es sacramento. En el último día el Señor vendrá ya no bajo el velo del pan y el vino, sino “tal cual es”. Le esperamos gozosos, fortalecidos por Él mismo en la Eucaristía.

     En este Adviento litúrgico tomemos conciencia de la importancia de la Eucaristía como prenda de nuestra salvación, como compañía y fortaleza en nuestra espera, como Cordero que borra nuestros pecados para que podamos salir a su encuentro con las lámparas encendidas. Preparemos el camino al Señor que viene a salvarnos celebrando y aprovechando a ese mismo Señor que no se ha querido desentender de su pueblo, sino que, por el contrario, se ha quedado con nosotros para que, por la Eucaristía, podamos hacer presente aquí y ahora, su salvación, anunciando su muerte y resurrección hasta que vuelva.

 

viernes, 27 de julio de 2012

LAS INTRODUCCIONES MUSICALES DE ALGUNOS CANTICOS DE LA MISA

     Imaginemos un libreto para una obra teatral: hay un narrador que está interviniendo y en cierto momento introduce a un personaje llamado “Fulano” diciendo: repentinamente Fulano dijo…. Imaginemos que “Fulano” no dice nada... ¿Qué ocurriría? Se produce un vacío incómodo en donde el espectador se da cuenta que algo que no debe pasar está pasando; se desconecta de la obra teatral para percatarse de que a uno de los personajes se le ha olvidado su parlamento o algo por el estilo. Esta dilación afecta de forma directa toda la pieza teatral: Se supone que hubiese una intervención de “Fulano” y la misma no se está dando en el momento correcto (inmediatamente después que el narrador dice: repentinamente Fulano dijo…).

     En la santa Misa hay momentos parecidos a un libreto teatral (…valga la comparación). Cuando el presidente de la celebración eucarística dice: El Señor esté con ustedes, todos respondemos inmediatamente: Y con tu espíritu. No respondemos cinco segundos después, sino justamente después del saludo presidencial. En el prefacio de la Misa el sacerdote nos une a la Iglesia Triunfante para alabar a Dios Padre con la aclamación del “Santo”. Todos los prefacios terminan con una invitación a unirnos a los coros de los ángeles y santos en la alabanza al tres veces santo. Un ejemplo: Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria[1]. ¿Qué pasaría si en ese momento no comenzase a cantarse el “Santo”?  Lo mismo que pasó en el ejemplo citado de la obra teatral: la fuerza expresiva de la invitación se diluiría y el “Santo” perdería su espontaneidad ante la falta de respuesta inmediata por parte del coro/asamblea.

     Muchas veces nuestros ministerios musicales introducen este cántico con una introducción muy bonita pero muy extensa para ese momento determinado de la Misa. Las introducciones al “Santo”, a la aclamación conmemorativa (Anunciamos tu muerte o las otras presentadas en el misal), al “Gran Amén” (después del Por Cristo, con Él y en Él…), el “Padrenuestro” y a la doxología  tuyo es el reino han de ser brevísimas, pues el contexto de estos cánticos los presenta como que hay que cantarlos (o rezarlos, según el caso) como acto seguido a lo que las precede. Después que el sacerdote dice: Este es el sacramento de nuestra fe hay que decir de manera inmediata la respuesta correspondiente. Por ende, si esta respuesta se canta, la introducción musical (de haberla) debe reducirse a 1 ó 2 acordes que nos ubiquen tonalmente y que provoquen la aclamación espontanea del ministerio de música/asamblea. Después del Por Cristo, con Él y en Él…por los siglos de los siglos tiene que seguir el “Gran Amén” precedido quizás por un acorde que nos ubique tonalmente. Hay veces que se esas partes de la Misa se afectan por introducciones musicales excesivamente largas. Después de la invitación del sacerdote: Fieles a la recomendación del Salvador…nos atrevemos a decir no debe haber una introducción musical larga: se diluye la fuerza expresiva de la monición que nos está invitando a orar con las palabras del Señor. Es como los corredores en una competencia de 100 metros que están esperando el tiro de salida: “en sus marcas, listos, y”… NO DICEN “FUERA”. Los corredores se desconcertarían. “¿Qué pasó?”- van a preguntar extrañados o quizás enojados. Introducciones desproporcionadas para estos cánticos ya citados puede afectar esas partes de la Misa –por no decir la Misa misma-. Hay que aclarar que no todos los cánticos presentan este contexto: el cántico de entrada, el “Señor, ten piedad”, el “Gloria”, los cánticos interleccionales (salmo responsorial y el “Aleluya”), el “Credo”, el cántico de ofertorio, el “Cordero de Dios”, el cántico de Comunión y el cántico de salida no son respuestas a invitaciones presidenciales (anunciamos tu muerte…) o a una plegaria (Tuyo es el reino…), por lo que sus introducciones pueden ser más largas.

     Estos pequeños detalles son una gran contribución a nuestras celebraciones litúrgicas, pues con los mismos estamos potenciando esas partes de la Misa en donde el sacerdote y la asamblea interactúan ritualmente. Un buen ministerio musical ha de ejercer su ministerio (=servicio) “sirviendo” y aportando a la liturgia para que la misma redunde para la gloria de Dios  y a nuestra santificación.



[1] Prefacio I Dominical del Tiempo Ordinario.

sábado, 16 de junio de 2012

LA DURACION DE LOS CANTICOS PROCESIONALES DE LA MISA

     Muchas veces asistimos a las Misas de nuestras parroquias y notamos que el sacerdote y los ministros llegan al presbiterio y se ubican en sus respectivos puestos y tienen que esperar a que el coro termine de cantar el cántico de entrada con todas sus estrofas. Muchos sacerdotes incluso fomentan esta extensión. También notamos con cierta regularidad que el sacerdote se lava las manos (en el rito de la presentación de las ofrendas, comúnmente llamado “ofertorio”) y tiene que esperar a que los cantores terminen de cantar el cántico correspondiente. Incluso muchas veces el sacerdote quiere continuar la Misa y el coro inicia otra estrofa del cántico en cuestión, alargando sin necesidad la presentación de las ofrendas y la preparación del altar. ¿Cuánto deben durar los cantos procesionales de la Misa, es decir, de entrada, presentación de las ofrendas y Comunión? Partamos de la Ordenación General del Misal Romano (OGMR), introducción que nos ofrece el orden a seguir y el sentido de cada elemento de la santa Misa. La OGMR 37 destaca que hay cantos que son en sí mismos ritos, como el “Gloria”, el salmo responsorial, el “Aleluya” o verso antes del Evangelio, el “Santo”, la aclamación de la anamnesis (este es el sacramento de nuestra fe…) y el canto después de la Comunión. También este mismo número explica que hay cantos que acompañan un rito, como lo son el canto de entrada, de la presentación de las ofrendas, el “Cordero de Dios” y el de Comunión. Los cantos procesionales no constituyen en sí mismos ritos, sino que acompañan un rito (el “Cordero de Dios” no es un canto procesional, pero acompaña el rito de la fracción del Pan y se extiende mientras dura este rito –Cf. OGMR 83- ). Por ende no tienen la misma importancia de los cánticos rituales, sino que están subordinados a los ritos que acompañan.

     El cántico de entrada, entre otras cosas, tiene la función de acompañar la procesión de entrada de los ministros (Cf. OGMR 47). Esa fue la razón principal por la que surgió este cántico en el siglo V en las liturgias papales de Roma. Por ende dura lo que dura la procesión de los ministros y la incensación del altar (cuando la hay). Una vez terminado este rito, el canto de entrada debe de concluir, evitando añadir estrofas sin necesidad. Claro, el canto no debe concluirse abruptamente, sino en el momento oportuno, respetando la forma musical del cántico y el rito que está acompañando. El director del ministerio de música debe estar muy pendiente del rito para dar la señal de concluir en el momento oportuno. Una alternativa razonable para cuando el cántico deba ser concluido antes de finalizar la procesión y la incensación (porque el añadir otra estrofa implicaría una extensión excesiva del canto de entrada) es recurrir a la música instrumental (excepto en Adviento y Cuaresma y misas de difuntos –Cf. OGMR 313 y Músicam Sacram 66-). Algunos acordes en la guitarra u otro instrumento musical son una alternativa viable.

     El cántico para la presentación de las ofrendas ha de prolongarse por lo menos hasta cuando los dones hayan sido depositados sobre el altar. Las normas sobre el modo de cantarlo son las mismas que para canto de entrada (OGMR 74). Este cántico puede extenderse mientras se prepara el altar, se inciensa el mismo (cuando se usa el incienso) hasta que el sacerdote se lave las manos. El mismo criterio usado para el cántico de entrada se puede usar aquí.

     Mientras el sacerdote comulga, comienza el cántico de Comunión, que ha de durar mientras se distribuye el Sacramento a los fieles (Cf. OGMR 86), por lo que no debe prolongarse mientras se estén purificando los vasos sagrados. Si se ha de tener un himno después de la Comunión, el canto para la Comunión debe ser terminado oportunamente (Ib).

     El cántico de salida no está contemplado en la OGMR: no hay una legislación al respecto. Normalmente este cántico, al igual que los cánticos procesionales, acompaña la procesión de salida de los ministros. Mientras se canta, los fieles pueden o quedarse cantando o ir saliendo del templo. Ya la asamblea está disuelta (“pueden ir en paz”), por lo que no se le puede obligar a permanecer en la iglesia.

     Los cánticos procesionales están, pues, al servicio del rito que acompañan y han de ceñirse a estos ritos. No constituyen ritos en sí mismos. Que mediante el conocimiento de la naturaleza de los cánticos que cantamos en nuestras eucaristías podamos vivir mejor el sacramento de nuestra fe.

lunes, 11 de junio de 2012

Los cantos de la santa Misa: clasificación y orden de importancia


Comparto las notas que utilicé en una charla a los ministerios musicales de mi parroquia con relación a la clasificación de los cánticos de la Misa y el orden de importancia propuesto por Músicam Sacram. Ojalá les sea de provecho.
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Al hacer la selección de lo que de hecho se va a cantar, se dará importancia a las partes que tienen mayor importancia, sobretodo a aquellas que deben cantar el sacerdote, el diácono o el lector, con respuesta del pueblo; o el sacerdote y el pueblo al mismo tiempo (OGMR 40).

Entre la forma solemne y más plena de las celebraciones litúrgicas, en la cual todo lo que exige canto se canta efectivamente, y la forma más sencilla, en la que no se emplea el canto, puede haber varios grados, según que se conceda al canto un lugar mayor o menor. Sin embargo, en la selección de partes que se deben cantar se comenzará por aquellas que por su naturaleza son de mayor importancia; en primer lugar, por aquellas que deben cantar el sacerdote o los ministros con respuestas del pueblo; o el sacerdote junto con el pueblo; se añadirán después, poco a poco, las que son propias sólo del pueblo o sólo del grupo de cantores (Músicam Sacram 7).



A.     Los cánticos procesionales


1.      Entrada
2.      Presentación de los dones[1]
3.      Comunión
4.      Salida

B.     Las aclamaciones


1.      Aleluya o versículo
2.      Aclamación conmemorativa
3.      El Gran “Amén”
4.      Doxología del Padrenuestro

D. El Salmo Responsorial

E. Los cantos del Ordinario

1.      Señor, ten piedad
2.      Gloria
3.      Credo
4.      Santo 
5.      Padrenuestro
6.      Cordero de Dios


F. Cantos suplementarios:

1.      Canto para después de la Comunión
2.      Letanías[2]
a.       La Oración de los Fieles:
3.      Cántico para la aspersión los domingos





GRADOS DE LOS CANTOS en la celebración de la Misa
(de la Instrucción Musicam Sacram 29-31)



Pertenecen al primer grado:

a)      En los ritos de entrada:

- El saludo del sacerdote con la respuesta del pueblo.
- La oración.


b)      En la liturgia de la palabra:

- Las aclamaciones al Evangelio.



c)      En la liturgia eucarística:

- La oración sobre las ofrendas.
- El prefacio con su diálogo y el Sanctus.
- La doxología final del canon.
- La oración del Señor - Padrenuestro - con su monición y embolismo.
- El Pax Domini.
- La oración después de la comunión.
- Las fórmulas de despedida.



Pertenecen al segundo grado:



a)      Kyrie, Gloria y Agnus Dei.

b)      El Credo.

c)      La oración de los fieles.



Pertenecen al tercer grado:



a)      Los cantos procesionales de entrada, y de comunión.

b)      El canto después de la lectura

c)      El Alleluia antes del Evangelio.               

d)       El canto del ofertorio.





[1] La Música en el Culto Católico (documento estadounidense) no lo coloca como procesional, sino como canto suplementario (71)
[2] La Música en el Culto Católico 74