Los cultivadores de la música sagrada, dedicándose con renovado impulso a un sector de tan vital importancia, contribuirán a la maduración de la vida espiritual del pueblo de Dios (San Juan Pablo II).


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martes, 29 de octubre de 2013

VATICANO II Y LA MUSICA LITURGICA: LO QUE PIDE (8va. parte)


“EL CANTO RELIGIOSO POPULAR”

 

(Octavo de una serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium –SC-)


     Continuamos con esta serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosantum Concilium (SC). Nos dice el 118 de esta constitución: Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas, de acuerdo con las normas y prescripciones de las rúbricas, resuenen las voces de los fieles.

     El papa Pío Xll no la consideraba música litúrgica, sino íntimamente relacionada con la misma por haber nacido de ella, aunque la admitía en la liturgia circunstancialmente, como él mismo nos dice: Además de esta música, la más íntimamente relacionada con la sagrada Liturgia de la Iglesia, existen (…) los cánticos religiosos populares, escritos de ordinario en lengua vulgar. Aunque nacidos del mismo canto litúrgico, al adaptarse más a la mentalidad y a los sentimientos de cada pueblo, se diferencian no poco unos de otros, según la índole diversa de los pueblos y las regiones. Para que estos cánticos produzcan fruto y provecho espiritual en el pueblo cristiano es necesario que se ajusten plenamente a la doctrina de la fe cristiana, que la presenten y expliquen en forma precisa, que utilicen una lengua fácil y una música sencilla, que eviten la ampulosa y vana prolijidad en las palabras y, por último, aun siendo cortos y fáciles, que se impronten en una cierta dignidad y una cierta gravedad religiosa. Cánticos sagrados de este tipo, nacidos de lo más íntimo del alma popular, mueven intensamente los sentimientos del alma y excitan los efectos piadosos, y, al ser cantados en los actos religiosos por todo el pueblo como con una sola voz, levantan con grande eficacia las almas de los fieles a las cosas del cielo. Por eso, aunque hemos escrito antes que no se deben emplear durante las misas cantadas solemnes sin permiso especial de la Santa Sede, con todo en las misas rezadas pueden ayudar mucho a que los fieles no asistan al santo sacrificio como espectadores mudos e inactivos, sino que acompañen la sagrada acción con su espíritu y con su voz y unan su piedad a las oraciones del sacerdote, con tal que esos cánticos se adapten bien a las diversas partes de la misa, como con grande gozo sabemos que se hace ya en muchas regiones del orbe católico (Músicæ Sacræ Disciplina –MSD- 18) .

     El canto religioso popular podía cantarse sólo en las misas rezadas, no en las cantadas, categorías desaparecidas en la forma ordinaria del rito romano. Su uso principal de daba en los actos piadosos no litúrgicos (rosarios, “via crucis”, misiones, etc.). La SC 118 promueve este canto no sólo en los actos piadosos, sino en la liturgia misma. De hecho, Músicam Sacram (MS) la incluye como uno de los géneros de música sagrada: Con el nombre de música sagrada se designa aquí: el canto gregoriano, la polifonía sagrada antigua y moderna, en sus distintos géneros, la música sagrada para órgano y para otros instrumentos admitidos, y el canto sagrado popular, litúrgico y religioso (MS 4b). El canto religioso popular debe contener de manera sencilla la doctrina de la Iglesia y, para que sea idóneo para la liturgia, debe responder al espíritu de la misma, según nos dice MS 9: La Iglesia no rechaza en las acciones litúrgicas ningún género de música sagrada, con tal que responda al espíritu de la misma acción litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes  y no impida la debida participación activa del pueblo.      

     Una de las razones principales por la que la SC 118 promueve el canto religioso popular es la participación de la asamblea en las acciones litúrgicas. Por tratarse de cánticos sencillos y accesibles, al pueblo le resulta fácil la plena participación a través de canto. Pero no se trata sólo de la participación: es fundamental que ese canto exprese eficazmente nuestra fe. Muchos son los cánticos religiosos que cantamos en nuestras comunidades cuyo texto es liviano y vacío. Quizás son cánticos alegres y movidos, pero que no expresan la fe católica en su integridad, fomentando concepciones religiosas no cónsonas con nuestra fe. Cánticos que presentan a la Virgen María o al Espíritu Santo sin profundidad ni seriedad. ¡Y los cantamos en nuestras Misas parroquiales! Quizás no hayamos leído algún tratado teológico sobre X o Y tema de teología, pero un buen cántico sencillo y rico en contenido, con un texto revestido de una melodía fácil y “pegajosa” es capaz de catequizar e inculcar la doctrina cristiana mejor que cualquier predicador o catequista. Los cantos religiosos, llenos de espíritu litúrgico, contribuyen a la participación del pueblo en las celebraciones litúrgicas, mientras sirve de complemento catequético al comunicar la fe católica tanto en su texto como en su música. Sencillez y profundidad no se contraponen: el buen compositor litúrgico -conocedor de música, liturgia y teología- debe saber sintetizar métrica definida, doctrina cierta y clara -a la luz del Magisterio de la Iglesia- melodía accesible para la asamblea, etc. Gran reto para los compositores litúrgicos y para los responsables de la música litúrgica en nuestras comunidades.