Los cultivadores de la música sagrada, dedicándose con renovado impulso a un sector de tan vital importancia, contribuirán a la maduración de la vida espiritual del pueblo de Dios (San Juan Pablo II).


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martes, 29 de octubre de 2013

VATICANO II Y LA MUSICA LITURGICA: LO QUE PIDE (8va. parte)


“EL CANTO RELIGIOSO POPULAR”

 

(Octavo de una serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium –SC-)


     Continuamos con esta serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosantum Concilium (SC). Nos dice el 118 de esta constitución: Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas, de acuerdo con las normas y prescripciones de las rúbricas, resuenen las voces de los fieles.

     El papa Pío Xll no la consideraba música litúrgica, sino íntimamente relacionada con la misma por haber nacido de ella, aunque la admitía en la liturgia circunstancialmente, como él mismo nos dice: Además de esta música, la más íntimamente relacionada con la sagrada Liturgia de la Iglesia, existen (…) los cánticos religiosos populares, escritos de ordinario en lengua vulgar. Aunque nacidos del mismo canto litúrgico, al adaptarse más a la mentalidad y a los sentimientos de cada pueblo, se diferencian no poco unos de otros, según la índole diversa de los pueblos y las regiones. Para que estos cánticos produzcan fruto y provecho espiritual en el pueblo cristiano es necesario que se ajusten plenamente a la doctrina de la fe cristiana, que la presenten y expliquen en forma precisa, que utilicen una lengua fácil y una música sencilla, que eviten la ampulosa y vana prolijidad en las palabras y, por último, aun siendo cortos y fáciles, que se impronten en una cierta dignidad y una cierta gravedad religiosa. Cánticos sagrados de este tipo, nacidos de lo más íntimo del alma popular, mueven intensamente los sentimientos del alma y excitan los efectos piadosos, y, al ser cantados en los actos religiosos por todo el pueblo como con una sola voz, levantan con grande eficacia las almas de los fieles a las cosas del cielo. Por eso, aunque hemos escrito antes que no se deben emplear durante las misas cantadas solemnes sin permiso especial de la Santa Sede, con todo en las misas rezadas pueden ayudar mucho a que los fieles no asistan al santo sacrificio como espectadores mudos e inactivos, sino que acompañen la sagrada acción con su espíritu y con su voz y unan su piedad a las oraciones del sacerdote, con tal que esos cánticos se adapten bien a las diversas partes de la misa, como con grande gozo sabemos que se hace ya en muchas regiones del orbe católico (Músicæ Sacræ Disciplina –MSD- 18) .

     El canto religioso popular podía cantarse sólo en las misas rezadas, no en las cantadas, categorías desaparecidas en la forma ordinaria del rito romano. Su uso principal de daba en los actos piadosos no litúrgicos (rosarios, “via crucis”, misiones, etc.). La SC 118 promueve este canto no sólo en los actos piadosos, sino en la liturgia misma. De hecho, Músicam Sacram (MS) la incluye como uno de los géneros de música sagrada: Con el nombre de música sagrada se designa aquí: el canto gregoriano, la polifonía sagrada antigua y moderna, en sus distintos géneros, la música sagrada para órgano y para otros instrumentos admitidos, y el canto sagrado popular, litúrgico y religioso (MS 4b). El canto religioso popular debe contener de manera sencilla la doctrina de la Iglesia y, para que sea idóneo para la liturgia, debe responder al espíritu de la misma, según nos dice MS 9: La Iglesia no rechaza en las acciones litúrgicas ningún género de música sagrada, con tal que responda al espíritu de la misma acción litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes  y no impida la debida participación activa del pueblo.      

     Una de las razones principales por la que la SC 118 promueve el canto religioso popular es la participación de la asamblea en las acciones litúrgicas. Por tratarse de cánticos sencillos y accesibles, al pueblo le resulta fácil la plena participación a través de canto. Pero no se trata sólo de la participación: es fundamental que ese canto exprese eficazmente nuestra fe. Muchos son los cánticos religiosos que cantamos en nuestras comunidades cuyo texto es liviano y vacío. Quizás son cánticos alegres y movidos, pero que no expresan la fe católica en su integridad, fomentando concepciones religiosas no cónsonas con nuestra fe. Cánticos que presentan a la Virgen María o al Espíritu Santo sin profundidad ni seriedad. ¡Y los cantamos en nuestras Misas parroquiales! Quizás no hayamos leído algún tratado teológico sobre X o Y tema de teología, pero un buen cántico sencillo y rico en contenido, con un texto revestido de una melodía fácil y “pegajosa” es capaz de catequizar e inculcar la doctrina cristiana mejor que cualquier predicador o catequista. Los cantos religiosos, llenos de espíritu litúrgico, contribuyen a la participación del pueblo en las celebraciones litúrgicas, mientras sirve de complemento catequético al comunicar la fe católica tanto en su texto como en su música. Sencillez y profundidad no se contraponen: el buen compositor litúrgico -conocedor de música, liturgia y teología- debe saber sintetizar métrica definida, doctrina cierta y clara -a la luz del Magisterio de la Iglesia- melodía accesible para la asamblea, etc. Gran reto para los compositores litúrgicos y para los responsables de la música litúrgica en nuestras comunidades.

 

 

 

 

 

jueves, 8 de agosto de 2013

VATICANO II Y LA MUSICA LITURGICA: LO QUE PIDE (7ma. parte)


“LA POLIFONIA”

(Séptimo de una serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium –SC-)
 

     Sin negar la primacía que la Iglesia da al del canto gregoriano, la misma no cierra las puertas a otros géneros de música sagrada, teniendo presente un criterio clave: el respeto al espíritu de la acción litúrgica, como dirá SC 116. El hecho de que el canto gregoriano presente las cualidades del verdadero canto litúrgico (santidad, belleza y universalidad) no significa que otros géneros musicales no puedan hacerlo.

     De ninguna manera han de excluirse en la celebración de los oficios divinos otros géneros de música sacra en particular la polifonía, con tal que respondan al espíritu de la acción litúrgica (SC 116). Este número recalca la polifonía (canto a más de una voz) como un género de música sacra. Músicam sacram (MS) 4 la presenta con mayor especificación: la polifonía sagrada antigua y moderna, en sus distintos géneros. Es interesante constatar que el papa Juan XXII, en la primera mitad del siglo XIV, ante la proliferación de los motetes que jugaban con varios textos y varias melodías a la vez, desaprobó la polifonía, promoviendo la simplicidad monofónica y modal del canto llano. La polifonía encontró dificultades por la tendencia a maximizar el contrapunto y minimizar el texto y su entendimiento. Experimentados polifonistas, como Palestrina y Orlando Di Lasso en el siglo XVI, cultivarán el arte del contrapunto enfatizando la inteligibilidad textual. San Pío X afirmó que: La polifonía clásica se acerca bastante al canto gregoriano, supremo modelo de toda música sagrada, y por esta razón mereció ser admitida, junto con aquel canto, en las funciones más solemnes de la Iglesia, como son las que se celebran en la capilla pontificia. Por consiguiente, también esta música deberá restablecerse copiosamente en las solemnidades religiosas, especialmente en las basílicas más insignes, en las iglesias catedrales y en las de los seminarios e institutos eclesiásticos, donde no suelen faltar los medios necesarios (Tra le sollecitudini 4). El papa Pío XII, en su instrucción Músicæ sacræ disciplina 16, afirmó que se vigile con toda prudencia y cuidado, para que no se lleven al templo cantos polifónicos tales que, por cierta especie de modulación exuberante e hinchada, se oscurezcan con su exceso las palabras sagradas de la liturgia, o interrumpan la acción del rito divino, o sobrepasen, en fin, no sin desdoro del culto sagrado, la pericia y práctica de los cantores.

     El cultivo de la polifonía va de la mano con la música coral. Compositores como los ya mencionados han promovido por siglos la música coral polifónica al componer hermosas piezas que hoy son parte de ese grandioso patrimonio musical que tanto ha ennoblecido a la cristiandad como a la humanidad. Como veíamos en el quinto artículo de esta serie –sobre la participación de los fieles en el canto- la Iglesia no rechaza en las acciones litúrgicas ningún género de música sagrada, con tal que responda al espíritu de la misma acción litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes  y no impida la debida participación activa del pueblo (MS 9). Ampliando este punto, MS 16c afirma que algunos cantos del pueblo, sobre todo si los fieles no están aún suficientemente instruidos o si se emplean composiciones musicales a varias voces, podrán confiarse sólo al coro, con tal que no se excluya al pueblo de las otras partes que le corresponden. Pero no se puede aprobar la práctica de confiar sólo al grupo de cantores el canto de todo el Propio y de todo el Ordinario, excluyendo totalmente al pueblo de la participación cantada. El canto coral-polifónico tiende a excluir al pueblo: gran reto para los compositores litúrgicos es el componer música coral en donde el pueblo no sea excluido, sino que intervenga en algunas partes, por ejemplo: que el pueblo cante el estribillo a una voz -sostenido por la masa coral de manera monofónica- y que el coro cante las estrofas a voces.

     En Puerto Rico y en otros países lamentablemente no tenemos una fuerte tradición coral enmarcada en la Iglesia católica. Este tipo de agrupación requiere que, al menos, el director tenga un mínimo de preparación musical formal (teoría, solfeo, piano, dirección coral, etc.), cosa poco común en nuestras parroquias. Nuestros mal llamados “ministerios de música” (pues no se “es” ministerio, sino “ministro”: el ministerio se ejerce) cuentan con personas muy talentosas que, “de oído”, cantan a 2 ó 3 voces con armonía tonal, promoviendo una polifonía homofónica y paralela, embelleciendo no pocas veces los cánticos litúrgicos y, por ende, la liturgia misma, aunque muchas veces se tiende a opacar al pueblo, tema ya tratado. Este tipo de “polifonía popular” debe ser respetado y encausado debidamente, para evitar los cásicos “errores” de armonía, producto de los movimientos paralelos tan contrarios al espíritu del contrapunto barroco y que deslucen nuestros cánticos.

     Sería laudable el impulsar la música coral polifónica a 3 ó 4 voces (SATB) sin excluir al pueblo, sin que esto signifique que el coro no pueda cantar solo de vez en cuando, siguiendo el criterio de MS 16c. Para ello hacen falta personas formadas en el campo de la dirección coral y buenos compositores que, componiendo música polifónica, sepan incluir a la asamblea litúrgica.  

martes, 18 de junio de 2013

VATICANO II Y LA MUSICA LITURGICA: LO QUE PIDE (6ta. parte)

“EL CANTO GREGORIANO”


(Sexto de una serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium –SC-)

     Continúo con esta serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium (SC). El presente escrito es como una ampliación del artículo La vigencia del canto gregoriano publicado en este blog (el 3 de febrero de 2013). Como este tema está presente en la SC me animé a incluirlo en esta serie.
     La SC 116 nos dice: La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas. Contrario al sentir y pensar de muchos, Vaticano II nos presenta el canto gregoriano como uno no solamente en vigencia, sino como el canto propio del rito latino y el que debe ocupar no un lugar cualquiera, sino el primer lugar en las acciones litúrgicas. Ya San Pío X había hablado del canto gregoriano como el canto propio de la liturgia romana el que en algunas partes de la liturgia prescribe exclusivamente (Tra le Sollecitudini –TLS- 3). Igualmente dijo que el antiguo canto gregoriano tradicional deberá restablecerse ampliamente en las solemnidades del culto; teniéndose por bien sabido que ninguna función religiosa perderá nada de su solemnidad aunque no se cante en ella otra música que la gregoriana (Ib). A la vez animó a que el pueblo vuelva a adquirir la costumbre de usar del canto gregoriano, para que los fieles tomen de nuevo parte más activa en el oficio litúrgico (Ib).

     Fue San Pío X quien afirmo que una composición religiosa será más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto diste más de este modelo soberano (Ib). Esta expresión de San Pío X la asumió el Beato Juan Pablo II, quien la explica diciendo: Evidentemente, no se trata de copiar el canto gregoriano, sino más bien de hacer que las nuevas composiciones estén impregnadas del mismo espíritu que suscitó y modeló sucesivamente ese canto. Sólo un artista profundamente imbuido del “sensus Ecclesiæ” puede intentar percibir y traducir en melodía la verdad del misterio que se celebra en la liturgia (Quirógrafo 12). ¡El “sensus Ecclesiæ”, el sentido de Iglesia! ¿Qué tan experto debe ser un compositor litúrgico en canto gregoriano para poder componer según este “modelo soberano”? ¿Qué tan imbuido debe estar un compositor de música litúrgica en la liturgia para poder componer según el sentir de la Iglesia”?

     El papa Pío XII, en su instrucción Músicæ Sacræ Disciplina (MSD) 12  y 13 comenta las tres características de la música sagrada presentadas por su predecesor San Pío X (Cf. TLS 2): santidad, belleza (bondad de formas o arte verdadero) y universalidad[1]. Pío XII afirma que el canto gregoriano se ajusta a la santidad que debe tener la música sagrada, porque,  por la íntima conexión entre las palabras del texto sagrado y sus correspondientes melodías, este canto sagrado no tan sólo se ajusta perfectísimamente a aquellas, sino que interpreta también su fuerza y eficacia a la par que destila dulce suavidad en el espíritu de los oyentes, lográndolo por "medios musicales" ciertamente llanos y sencillos, más de inspiración artística tan santa y tan sublime que en todos excita sincera admiración; y constituye, además, una fuente inagotable de donde artistas y compositores de música sagrada sacan luego nuevas armonías… (MSD 12). Igualmente se ajusta a la belleza y a la universalidad que debe ornar la música litúrgica (Cf. MSD 13). Por todo esto Pío XII pidió que en la celebración de los ritos litúrgicos se haga amplio uso de este canto sagrado; y que con suma diligencia se cuide de ejecutarlo exacta, digna y piadosamente (Ib 12).

     El Beato Juan Pablo II, en su Quirógrafo 7 afirmó sobre el canto gregoriano: Entre las expresiones musicales que responden mejor a las cualidades requeridas por la noción de música sagrada, especialmente de la litúrgica, ocupa un lugar particular el canto gregoriano. El concilio Vaticano II lo reconoce como "canto propio de la liturgia romana" al que es preciso reservar, en igualdad de condiciones, el primer puesto en las acciones litúrgicas con canto celebradas en lengua latina. San Pío X explicó que la Iglesia lo "heredó de los antiguos Padres", lo "ha conservado celosamente durante el curso de los siglos en sus códices litúrgicos" y lo "sigue proponiendo a los fieles" como suyo, considerándolo "como modelo acabado de música sagrada".  Por tanto, el canto gregoriano sigue siendo también hoy elemento de unidad en la liturgia romana.
 
 

     A pesar del pensamiento de estos papas, al canto gregoriano le ha ocurrido lo mismo que le ocurrió al latín. A pesar de que Vaticano II nunca proscribió el gregoriano (ni el latín), la malinterpretación de la SC capítulo VI nos llevó a afirmar que el gregoriano está obsoleto, ya no sirve, hay que reemplazarlo por música nueva y moderna. Como mencioné en el segundo artículo de esta serie, pensamos que lo pasado-viejo es malo, y que lo moderno-nuevo es bueno. Hemos caído en la trampa de pensar que el canto gregoriano, el que debe tener el primer lugar en las acciones litúrgicas, no “puede” cantarse. “Es muy difícil”, “no es movido”, “no es alegre”, “nos duerme”… En Puerto Rico – y en muchísimos países- hemos abandonado el canto gregoriano y estas expresiones son sólo algunas de las opiniones que muchos tienen sobre el canto propio de la liturgia romana. No podemos opinar objetivamente sobre un tipo de música al que no hemos estado expuestos con seriedad. ¿Cuántos cantos gregorianos hemos escuchado? ¿Cuántos conocemos?

     Este servidor tuvo una hermosa experiencia musical y litúrgica en junio del 1995, mes en que estuve en la Abadía Benedictina de Santo Domingo de Silos, en Burgos, España. Estuve desde el 1 hasta el 30 de junio. Este monasterio ha procurado conservar y cultivar con sumo cuidado el tesoro de la música sacra (SC 114), específicamente el gran tesoro gregoriano. Lo cantan en todas las celebraciones litúrgicas. Recuerdo que estuve para Pentecostés: me impresionó el no escuchar los cánticos “de avivamiento”, sino sólo canto gregoriano. ¡Y el Espíritu Santo estaba presente en aquella celebración (como siempre lo está en la liturgia)! Aquella experiencia fue una oportunidad única de inmersión gregoriana, de escuchar, cantar y apreciar este tipo de música en el contexto para la cual fue hecha: el contexto litúrgico. Descubrí el gran tesoro que tenemos y desconocemos por la malinterpretación del Capítulo VI de la SC. Descubrí la grandeza artística encerrada en la simplicidad monofónica de este canto.

     La Iglesia no ha desechado el canto gregoriano, al contrario: lo ha ensalzado y lo ha colocado en el primer lugar. El número 117 de la SC pide que se complete la edición típica de los libros de canto gregoriano y que se prepare una edición que contenga modos más sencillos, para uso de las iglesias menores. ¡El canto gregoriano existe, y existe para cantarse! El Iubilate Deo, la edición que contiene los cánticos gregorianos sencillos del cual hablaba SC 117, presenta diversas misas sencillísimas y bastantes cánticos variados y sencillos que muy bien podrían tenerse en cuenta. ¡Por algo hay que empezar! Ciertamente estos cánticos están en latín (ya de ese tema hablé en el primer artículo de esta serie), pero una traducción al vernáculo nos ayuda a entender lo que estamos cantando, para así facilitar la oración cantada. El Tantum ergo en la exposición del Santísimo, la Salve Regina en una celebración mariana, un Kyrie eleison o un Aleluya en la Misa son posibilidades reales para nuestras celebraciones litúrgicas. Sin despreciar los demás géneros de música sagrada (tema que expondré en el próximo artículo de esta serie), debemos hacer un esfuerzo eclesial por convertir el canto propio de la liturgia romana en uno que no nos resulte extraño, difícil, anticuado u obsoleto, sino en un tipo de canto que facilite la conexión con la liturgia celeste, la que anticipamos y a la que nos unimos desde esta tierra. Es muy difícil que el canto gregoriano ocupe el primer lugar en las acciones litúrgicas de nuestras comunidades parroquiales, pero estoy convencido de que puede ocupar un buen sitial si animamos a nuestros coros a aprender cánticos sencillos como los ya citados, perdiéndole el miedo y la apatía a este tesoro milenario, base de la música occidental, que la Iglesia nos propone (aún en la actualidad) como modelo acabado de música sagrada (TLS 3).

 

 

 



[1] Cf. En este blog presento 3 artículos sobre cada característica, titulados: Características de la música litúrgica (…la santidad, la belleza, la universalidad).

miércoles, 5 de junio de 2013

VATICANO II Y LA MUSICA LITURGICA: LO QUE PIDE (5ta. parte)


     Continuamos con esta serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Constitución “Sacrosanctum Concilium” sobre la sagrada liturgia, comentando lo que esta constitución mandó en lo tocante a la música litúrgica (capítulo VI). Nos dice el número 114: Los Obispos y demás pastores de almas procuren cuidadosamente que en cualquier acción sagrada con canto, toda la comunidad de los fieles pueda aportar la participación activa que le corresponde. La participación de los fieles a través del canto es un elemento de peculiar importancia, pues esto nos facilita en gran manera la inmersión en la liturgia. Vaticano II no fue innovador en esta materia, aunque dio el “empujón” que la Iglesia necesitaba: ya San Pío X había dicho que se procurase que el pueblo vuelva a adquirir la costumbre de usar del canto gregoriano, para que los fieles tomen de nuevo parte más activa en el oficio litúrgico, como solían antiguamente (Tra lle Sollecitudini 3). El papa Pío XII, en su encíclica Músicæ sacræ disciplina de 1955 promovió el llamado “canto religioso popular” dado que el mismo puede ayudar mucho a que los fieles no asistan al santo sacrificio como espectadores mudos e inactivos, sino que acompañen la sagrada acción con su espíritu y con su voz y unan su piedad a las oraciones del sacerdote, con tal que esos cánticos se adapten bien a las diversas partes de la misa, como con grande gozo sabemos que se hace ya en muchas regiones del orbe católico (# 19). El “canto religioso popular” es uno de los tipos de música litúrgica (Cf. “Músicam Sacram” 4b) y aporta grandemente a la participación del pueblo, uno de los criterios que la Iglesia pide a la hora de seleccionar cánticos litúrgicos: La Iglesia no rechaza en las acciones litúrgicas ningún género de música sagrada, con tal que responda al espíritu de la misma acción litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes  y no impida la debida participación activa del pueblo (Músicam Sacram –MS- 9). El Beato Juan Pablo II afirmó que este canto es particularmente apto para la participación de los fieles no sólo en las prácticas de devoción, "según las normas y preceptos de las rúbricas”, sino también en la liturgia misma (Quirógrafo 11).
     Esta participación exterior es un derecho bautismal de los fieles (Cf. Ib 15), lo que no significa que el pueblo siempre debe cantar: hay piezas que pueden ser reservadas al coro. En ese caso los fieles deben unirse interiormente a lo que cantan los ministros o el coro, para que eleven su espíritu a Dios al escucharles (MS 15b). Sobre ese punto MS 16c afirma que algunos cantos del pueblo, sobre todo si los fieles no están aún suficientemente instruidos o si se emplean composiciones musicales a varias voces, podrán confiarse sólo al coro, con tal que no se excluya al pueblo de las otras partes que le corresponden. Pero no se puede aprobar la práctica de confiar sólo al grupo de cantores el canto de todo el Propio y de todo el Ordinario, excluyendo totalmente al pueblo de la participación cantada. Por esa razón MS 20 pide que los maestros de capilla y los rectores de las iglesias cuiden… de que el pueblo sea asociado siempre al canto, al menos en las piezas fáciles que le corresponden. Este es un gran reto no sólo para los encargados de canto y la música, sino para los compositores litúrgicos, especialmente los compositores de piezas corales polifónicas con cierta complejidad armónica y contrapuntística: el componer música de alta calidad sin excluir al pueblo del canto, coordinando el canto coral-polifónico y el canto de la asamblea.
     Nuestros coros parroquiales no están exentos de este deber. Muchas veces cantan bellamente, pero impidiendo la participación de la comunidad. Hay cánticos que la asamblea debe cantar siempre: la entrada, el “Señor, ten, piedad”, el “Gloria”, el Aleluya, el “Santo”, etc. Gran reto y gran responsabilidad de los ministros de música el fomentar la participación activa de los fieles en el canto, ya que nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que, toda entera, expresa su fe y su piedad por el canto (MS 16).

 

 

 

martes, 16 de abril de 2013

VATICANO II Y LA MUSICA LITURGIA: LO QUE PIDE (4ta. parte)


“EL FOMENTO DE LOS COROS”

(Cuarto de una serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium)

     Continuamos indagando sobre lo que pidió el Concilio Vaticano II respecto a la música litúrgica. En esta ocasión partamos del 114 de la Sacrosanctum Concilium (SC): Consérvese y cultívese con sumo cuidado el tesoro de la música sacra. Foméntense diligentemente las "Scholæ cantorum", sobre todo en las iglesias catedrales. Como parte de la promoción del tesoro de la música sagrada (tema ya tratado en mi segundo artículo) los padres conciliares pidieron el fomento de las llamadas “scholæ cantorum”, o coros, sobretodo en las catedrales, en donde los Divinos Misterios deben celebrarse de manera ejemplar. ¿Cuál es la función de los coros en la liturgia? La Instrucción Músicam Sacram (MS) 19 nos lo dice: El coro - o «capilla musical» o schola cantorum - merece una atención especial por el ministerio litúrgico que desempeña. Su función, según las normas del Concilio relativas a la renovación litúrgica, ha alcanzado una importancia y un peso mayor. A él le pertenece (#1) asegurar la justa interpretación de las partes que le corresponden según los distintos géneros de canto y (#2) promover la participación activa de los fieles en el canto. Por consiguiente:

a) Se tendrán un «coro» o «capilla» o schola cantorum y se fomentará con diligencia, sobre todo en las catedrales y las demás iglesias mayores, en los seminarios y las casas de estudio de religiosos.

b) Es igualmente oportuno establecer tales coros, incluso modestos, en las iglesias pequeñas.

     Dice el Beato Juan Pablo II (Quirógrafo 8) después de citar SC 114 y MS 19: La función de la schola sigue siendo válida, pues desempeña en la asamblea el papel de guía y apoyo y, en ciertos momentos de la liturgia, tiene un papel específico. Se trata, pues, de un “auténtico ministerio litúrgico” (SC 29) que merece ser respetado como tal. Así como la música está al servicio de la liturgia, el coro, al ejercer su ministerio musical, también lo está. Por eso la Ordenación General del Misal Romano 312, haciéndose eco de MS 23 habla sobre la ubicación del coro en función de su ministerio: Los cantores, teniendo en cuenta la disposición de cada iglesia, colóquense de tal manera que aparezca claramente su naturaleza, es decir, que ellos hacen parte de la comunidad congregada y que desempeñan un oficio peculiar; donde se haga más fácil el desempeño de su oficio y a cada uno de los cantores se les permita cómodamente la plena participación sacramental en la Misa.

     El coro puede ser un coro de hombres y mujeres, de niños de adultos, de varones, de féminas… a 4 voces, a 3 voces a 2 voces… A UNA VOZ (Cf. MS 22). Lo importante es que ejerzan un ministerio al servicio de la liturgia. Pero, claro está, deben tener una buena voz y talento para cantar. Muchas veces aceptamos en nuestros coros personas con muy buena voluntad, pero con poco talento para el canto. Nos “da pena” o nos entra el “ay bendito” de los puertorriqueños y estamos dispuestos a sacrificar la calidad musical de nuestros coros litúrgicos. Todos tenemos el derecho bautismal de ejercer ministerios en la Iglesia, pero no lo tiene –en el caso que nos concierne- si no sabe cantar. Si una persona no tiene talento para el canto sin duda tiene otros, los cuales debe ir descubriendo para ponerlos al servicio de la Iglesia, pero que no entre a formar parte de un grupo en donde tratará de ejercitarse en un talento que no tiene. Sin este talento será imposible asegurar la justa interpretación de las partes que le corresponden según los distintos géneros de canto.

     MS 21 habla sobre que hacer ante la imposibilidad de tener un coro: Procúrese, sobre todo allí donde no haya posibilidad de formar ni siquiera un coro pequeño, que haya al menos uno o dos cantores bien formados que puedan ejecutar algunos cantos más sencillos con participación del pueblo y dirigir y sostener oportunamente a los mismos fieles. Este cantor debe existir también en las iglesias que cuentan con un coro, en previsión de las celebraciones en las que dicho coro no pueda intervenir y que, sin embargo, hayan de realizarse con alguna solemnidad y, por tanto, con canto. Según esta Instrucción, el cantor ejerce el ministerio del coro cuando este último no está presente.

     Fomentemos los coros a la luz del Concilio Vaticano II. En los próximos artículos seguiremos conociendo lo que este importante Concilio nos dice sobre la música sagrada.

    

 

 

 

 

 

 

viernes, 29 de marzo de 2013

VATICANO II Y LA MUSICA LITURGICA: LO QUE PIDE (3ra. parte)

“LA FORMACION EN EL CAMPO DE LA MUSICA SAGRADA”

(Tercero de una serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium)

 

     Una de las áreas en donde menos formación tenemos es en lo concerniente a la música litúrgica. Sin embargo, SC 115 indica lo siguiente: dése mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminarios, en los noviciados de religiosos de ambos sexos y en las casas de estudios, así como también en los demás institutos y escuelas católicas; para que se pueda impartir esta enseñanza, fórmense con esmero profesores encargados de la música sacra. Se recomienda, además, que, según las circunstancias, se erijan institutos superiores de música sacra. Dése también una genuina educación litúrgica a los compositores y cantores, en particular a los niños. Esta prescripción conciliar nos puede sonar novedosa y hasta anacrónica, pues es algo prácticamente olvidado en nuestra Iglesia. Si bien otros campos de la teología se han desarrollado, la música litúrgica ha quedado estancada. En nuestras comunidades parroquiales tenemos personas talentosas en extremo que ponen sus talentos a disposición de la comunidad, pero sin la suficiente formación musical y litúrgica. Se trata de un área en donde hemos caído en una triste mediocridad: a cualquiera que toque la guitarra le animamos para que forme y dirija un coro. La persona escogida lo hace por amor a su parroquia, haciendo lo que puede, pero no se le brinda mayor formación que el decirle: “cante esto y no aquello”.

     Los sacerdotes somos los primeros que carecemos de formación litúrgica y musical. Al no tener formación suficiente en estas materias, delegamos en aquellos que toquen algún instrumento musical la dirección del grupo de cantores. Y al no tener una formación litúrgica sólida, admitimos cualquier cántico, siempre y cuando sea bonito y le guste a la gente, aunque sea del todo inapropiado para el culto divino. El hecho de presidir las celebraciones litúrgicas no garantiza por sí solo el “sensus litirgiæ”.

     Para que se pueda impartir esta enseñanza, fórmense con esmero profesores encargados de la música sacra. ¿Cuántos sacerdotes han sido enviados a prepararse en el campo de la música litúrgica?  Si no tenemos sacerdotes y laicos debidamente preparados: ¿quién impartirá esta materia en nuestros seminarios y noviciados? En la formación al sacerdocio no podemos minimizar la importancia de la formación musical en nombre de la teología y de la “pastoral”. Si los sacerdotes carecemos de sentido litúrgico y musical es por la falta de formación en esas áreas. ¿Cómo podemos exigir calidad en los cánticos si no tenemos compositores debidamente formados, si no tenemos escuelas de música sacraNo hace falta un Vaticano III: hace falta seguir implementando el Vaticano II.

          La formación litúrgica y musical:

1.      redundará en una mayor calidad en nuestras celebraciones litúrgicas: al contar con músicos formados en liturgia y en música, nuestras acciones litúrgicas serán de mayor calidad, tanto por la calidad musical y la calidad de los textos de los cánticos, elementos que abonan a una mayor calidad cultual.
 
2.      fomentará vivir más plena, consciente y activamente nuestras celebraciones litúrgicas: cuando los cantores e instrumentistas conocen la Misa y los sacramentos, vivirán mejor la liturgia. No se tratará de una “cantar por cantar”, sino de un celebrar en calidad de ministros de la música con toda la comunidad. Además de la formación musical, se dará también a los miembros del coro una formación litúrgica y espiritual adecuada, de manera que, al desempeñar perfectamente su función religiosa, no aporten solamente más belleza a la acción sagrada y un excelente ejemplo a los fieles, sino que adquieran ellos mismos un verdadero fruto espiritual (Músicam Sacram 24).


     Dijo muy bien el Beato Juan Pablo II: Por tanto, también en este campo urge promover una sólida formación tanto de los pastores como de los fieles laicos. San Pío X insistía particularmente en la formación musical de los clérigos. También el concilio Vaticano II hizo una recomendación en este sentido: "Dése mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminario…. Esa indicación espera realizarse plenamente. Por consiguiente, considero oportuno recordarla, para que los futuros pastores puedan adquirir una adecuada sensibilidad también en este campo (Quirógrafo 9).
     Ojalá nuestros la formación musical sea debidamente considerada en nuestra Iglesia, como lo pidió Vaticano II.

 

 

 

 

 

 

jueves, 21 de marzo de 2013

LAS SIETE PALABRAS

Por: P. Miguel A. Trinidad Fonseca

Comparto con ustedes unas décimas que escribi el 17 de marzo de 2008, Lunes Santo. Las mismas versan sobre las SIETE PALABRAS de Cristo en la cruz. Las comparto con ustedes:
 



Primera Palabra: PADRE, PERDONALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN

  
Llegando al final destino
llamado “La Calavera”
Jesús, cual reo cualquiera
clavado es sin trato fino.
Fue largo aquel camino
y sus heridas no caben
en sus miembros. Que le alaben
los hombres con devoción,
pues dijo: “Padre, perdón,
porque lo que hacen no saben”.

 

  

Segunda Palabra: EN VERDAD TE DIGO QUE HOY ESTARAS CONMIGO EN EL PARAISO

  
A Jesús dos malechores
le hacían compañía;
Uno de ellos profería
blasfemias en sus dolores.
El otro, por sus errores
pedía con tono inciso
al Cristo que allí él quiso
“¿Oh, de mí te acordarás?”
Te digo: hoy estarás
Conmigo en el Paraíso”.

 

 
Tercera Palabra: MUJER, AHI TIENES A TU HIJO. HIJO, AHI TIENES A TU MADRE
 

Jesús, al su madre ver
y al discípulo querido
dice con fuerte gemido
este es tu hijo, mujer”.
Y, al su mirada volver,
dice al discípulo amado:
Tienes a tu madre al lado”.
Y desde aquella hora
la recibió, sin demora,
en su casa emocionado.

 


Cuarta Palabra: DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
 

La gente cruel pasaba
y meneando la cabeza
se burlaba con presteza
de Jesús, quien suspiraba.
La oscuridad circundaba
el lugar, y el reo clavado
miró al cielo acongojado
buscando al Padre Dios pío.
Gritó, “Dios mío, Dios mío,
¿Por qué me has abandonado?”

 


Quinta Palabra: TENGO SED


En terrible oscuridad,
aquella macabra escena
se prolongaba sin pena;
parecía una eternidad.
Jesús, buscando piedad
recordó el “Tomád, comed”
de la cena, y el “bebed”
de su infinita bondad;
y buscando caridad
gritó fuerte: “tengo sed”.

 


Sexta Palabra: TODO ESTA CONSUMADO

  
Lo oyó un soldado y salió
del juego de dados y al
instante, en el puntal
de su lanza espetó
una esponja y la llenó
de vinagre, y el Clavado
no la quiso, y cansado,
su mirada elevó,
y conforme exclamó:
Todo está consumado”.

 
 

Séptima Palabra: PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU

 
Al decir esta sentencia
el cielo se conmovía
y su corazón latía
con mucha menos violencia.
Y en medio de penitencia
se quedó a aquel pueblo viendo,
y de sí fuerza saliendo,
exclamó ante sus hermanos:
Padre, en tus santas manos
mi espíritu encomiendo