“EL CANTO GREGORIANO”
(Sexto
de una serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium –SC-)
Continúo con esta serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium (SC). El presente escrito es como una ampliación del artículo La vigencia del canto gregoriano publicado en este blog (el 3 de febrero de 2013). Como este tema está presente en la SC me animé a incluirlo en esta serie.
La SC 116 nos dice: La
Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en
igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las
acciones litúrgicas. Contrario al sentir y pensar de muchos, Vaticano II
nos presenta el canto gregoriano como uno no solamente en vigencia, sino como
el canto propio del rito latino y el que debe ocupar no un lugar cualquiera,
sino el primer lugar en las acciones
litúrgicas. Ya San Pío X había hablado del canto gregoriano como el canto propio de la liturgia romana… el que en algunas partes de la liturgia
prescribe exclusivamente (Tra le Sollecitudini –TLS- 3). Igualmente dijo que el antiguo canto gregoriano tradicional
deberá restablecerse ampliamente en las solemnidades del culto; teniéndose por
bien sabido que ninguna función religiosa perderá nada de su solemnidad aunque
no se cante en ella otra música que la gregoriana (Ib). A la vez animó a que el pueblo vuelva a adquirir la
costumbre de usar del canto gregoriano, para que los fieles tomen de nuevo
parte más activa en el oficio litúrgico (Ib).
Fue San Pío X quien afirmo que una
composición religiosa será más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en
aire, inspiración y sabor a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del
templo cuanto diste más de este modelo soberano (Ib). Esta expresión de San Pío X la asumió el Beato Juan Pablo II,
quien la explica diciendo: Evidentemente, no se trata de copiar el canto
gregoriano, sino más bien de hacer que las nuevas composiciones estén
impregnadas del mismo espíritu que suscitó y modeló sucesivamente ese canto.
Sólo un artista profundamente imbuido del “sensus Ecclesiæ” puede intentar percibir y traducir en melodía
la verdad del misterio que se celebra en la liturgia (Quirógrafo 12). ¡El “sensus Ecclesiæ”, el
sentido de Iglesia! ¿Qué tan experto debe ser un compositor litúrgico en canto
gregoriano para poder componer según este “modelo soberano”? ¿Qué tan imbuido
debe estar un compositor de música litúrgica en la liturgia para poder componer
según el sentir de la Iglesia”?
El papa Pío XII, en su instrucción Músicæ
Sacræ Disciplina (MSD) 12 y 13
comenta las tres características de la música sagrada presentadas por su predecesor
San Pío X (Cf. TLS 2): santidad, belleza (bondad de formas o arte verdadero) y
universalidad[1].
Pío XII afirma que el canto gregoriano se ajusta a la santidad que debe tener
la música sagrada, porque, por la íntima conexión
entre las palabras del texto sagrado y sus correspondientes melodías, este canto
sagrado no tan sólo se ajusta perfectísimamente a aquellas, sino que interpreta
también su fuerza y eficacia a la par que destila dulce suavidad en el espíritu
de los oyentes, lográndolo por "medios musicales" ciertamente llanos
y sencillos, más de inspiración artística tan santa y tan sublime que en todos
excita sincera admiración; y constituye, además, una fuente inagotable de donde
artistas y compositores de música sagrada sacan luego nuevas armonías… (MSD 12). Igualmente se ajusta a la belleza y a la
universalidad que debe ornar la música litúrgica (Cf. MSD 13). Por todo esto Pío
XII pidió que en la celebración de los
ritos litúrgicos se haga amplio uso de este canto sagrado; y que con suma
diligencia se cuide de ejecutarlo exacta, digna y piadosamente (Ib 12).
El Beato Juan Pablo II, en su Quirógrafo 7 afirmó sobre el canto
gregoriano: Entre las expresiones
musicales que responden mejor a las cualidades requeridas por la noción de
música sagrada, especialmente de la litúrgica, ocupa un lugar particular el
canto gregoriano. El concilio Vaticano II lo reconoce como "canto propio
de la liturgia romana" al que es preciso reservar, en igualdad de
condiciones, el primer puesto en las acciones litúrgicas con canto celebradas
en lengua latina. San Pío X explicó que la Iglesia lo "heredó de los
antiguos Padres", lo "ha conservado celosamente durante el curso de
los siglos en sus códices litúrgicos" y lo "sigue proponiendo a los
fieles" como suyo, considerándolo "como modelo acabado de música
sagrada". Por tanto, el canto
gregoriano sigue siendo también hoy elemento de unidad en la liturgia romana.
A pesar del
pensamiento de estos papas, al canto gregoriano le ha ocurrido lo mismo que le
ocurrió al latín. A pesar de que Vaticano II nunca proscribió el gregoriano (ni
el latín), la malinterpretación de la SC capítulo VI nos llevó a afirmar que el
gregoriano está obsoleto, ya no sirve, hay que reemplazarlo por música nueva y
moderna. Como mencioné en el segundo artículo de esta serie, pensamos que lo
pasado-viejo es malo, y que lo moderno-nuevo es bueno. Hemos caído en la trampa
de pensar que el canto gregoriano, el que debe tener el primer lugar en las acciones litúrgicas, no “puede” cantarse.
“Es muy difícil”, “no es movido”, “no es alegre”, “nos duerme”… En Puerto Rico
– y en muchísimos países- hemos abandonado el canto gregoriano y estas expresiones
son sólo algunas de las opiniones que muchos tienen sobre el canto propio de la liturgia romana. No podemos
opinar objetivamente sobre un tipo de música al que no hemos estado expuestos
con seriedad. ¿Cuántos cantos gregorianos hemos escuchado? ¿Cuántos conocemos?
Este servidor
tuvo una hermosa experiencia musical y litúrgica en junio del 1995, mes en que
estuve en la Abadía Benedictina de Santo
Domingo de Silos, en Burgos, España. Estuve desde el 1 hasta el 30 de
junio. Este monasterio ha procurado conservar y cultivar con sumo cuidado el tesoro de la música sacra (SC 114),
específicamente el gran tesoro gregoriano. Lo cantan en todas las celebraciones
litúrgicas. Recuerdo que estuve para Pentecostés: me impresionó el no escuchar
los cánticos “de avivamiento”, sino sólo canto gregoriano. ¡Y el Espíritu Santo
estaba presente en aquella celebración (como siempre lo está en la liturgia)!
Aquella experiencia fue una oportunidad única de inmersión gregoriana, de
escuchar, cantar y apreciar este tipo de música en el contexto para la cual fue
hecha: el contexto litúrgico. Descubrí el gran tesoro que tenemos y
desconocemos por la malinterpretación del Capítulo VI de la SC. Descubrí la
grandeza artística encerrada en la simplicidad monofónica de este canto.
La Iglesia no ha desechado el canto
gregoriano, al contrario: lo ha ensalzado y lo ha colocado en el primer lugar.
El número 117 de la SC pide que se complete la edición típica de los libros de canto gregoriano y que se
prepare una edición que contenga modos más sencillos, para uso de las iglesias
menores. ¡El canto gregoriano existe, y existe para cantarse! El Iubilate
Deo, la edición que contiene los cánticos gregorianos sencillos del cual
hablaba SC 117, presenta diversas misas sencillísimas y bastantes cánticos
variados y sencillos que muy bien podrían tenerse en cuenta. ¡Por algo hay que
empezar! Ciertamente estos cánticos están en latín (ya de ese tema hablé en el
primer artículo de esta serie), pero una traducción al vernáculo nos ayuda a
entender lo que estamos cantando, para así facilitar la oración cantada. El Tantum
ergo en la exposición del Santísimo, la Salve Regina en una
celebración mariana, un Kyrie eleison o un Aleluya en la Misa son
posibilidades reales para nuestras celebraciones litúrgicas. Sin despreciar los
demás géneros de música sagrada (tema que expondré en el próximo artículo de
esta serie), debemos hacer un esfuerzo eclesial por convertir el canto propio de la liturgia romana en uno que
no nos resulte extraño, difícil, anticuado u obsoleto, sino en un tipo de canto
que facilite la conexión con la liturgia celeste, la que anticipamos y a la que
nos unimos desde esta tierra. Es muy difícil que el canto gregoriano ocupe el
primer lugar en las acciones litúrgicas de nuestras comunidades parroquiales,
pero estoy convencido de que puede ocupar un buen sitial si animamos a nuestros
coros a aprender cánticos sencillos como los ya citados, perdiéndole el miedo y
la apatía a este tesoro milenario, base de la música occidental, que la Iglesia
nos propone (aún en la actualidad) como modelo
acabado de música sagrada (TLS 3).
[1] Cf. En este blog presento 3 artículos
sobre cada característica, titulados: Características de la música litúrgica
(…la santidad, la belleza, la universalidad).
A veces me da la impresión de que algunos quieren absolutizar a la liturgia, como si fuera una diosa y dan una importancia exagerada a las rúbricas y a las reglas sobre los cantos y los instrumentos prohibidos, que quieren hasta llegar a actuar en una forma tan legalista, que dan la impresión de que quisieran comerse vivos a quienes aprecian más el espíritu de la liturgia, que es el ejercicio del sacerdocio de Cristo...
ResponderEliminarCiertamente hermano... San Pablo tiene mucha razón al decir "La letra mata, el Espíritu vivifica" (2Co 3,6). Para "apreciar más el espíritu de la liturgia" hay que conocer lo que la Iglesia nos pide respecto a ella, pues la liturgia no es nuestra, sino de la Iglesia. La idea de esta serie de artículos es reflexionar sobre la aplicación 50 años después del cap. VI de la SC, confrontar prescripciones conciliares con la realidad, tratando de animar a tender a lo que nos pidió Vaticano II respecto a este tema. Creo que es "justo y necesario, es nuestro deber y salvación" conocer las normas litúrgicas y aprender a beber de ellas el espíritu de la liturgia, "ejercicio del sacerdocio de Jesucristo" (SC 7), pues hay muchos que desconocen las rúbricas, o simplemente las ignoran. Muchos músicos litúrgico desconocen los documentos de la Iglesia sobre música litúrgica. Entiendo que, para vivir el espíritu de la liturgia hay que sentir con la Iglesia, y para ello hay que conocer lo que ella nos pide.
EliminarSaludos para música litúrgica---
ResponderEliminarSaludos y bendiciones desde Puerto Rico...
EliminarMuchas gracias padre por su reflexiòn
ResponderEliminarGracias a usted por acoger esta reflexión...
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