Los cultivadores de la música sagrada, dedicándose con renovado impulso a un sector de tan vital importancia, contribuirán a la maduración de la vida espiritual del pueblo de Dios (San Juan Pablo II).


Buscar este blog

domingo, 3 de febrero de 2013

LA VIGENCIA DEL CANTO GREGORIANO


     Recientemente pedí a mis estudiantes de música litúrgica leer y resumir el “motu proprio” que  San Pío X Tra le sollecitudini –TLS- escribió en el 1903 y el Quirógrafo conmemorativo por sus 100 años que el Beato Juan Pablo II escribió en el 2003. San Pío X, avalado por el Beato Juan Pablo II, destacan lo que también la “Sacrosanctun Concilium” del Vaticano II destacaron: la primacía del canto gregoriano. San Pío X afirma que el canto gregoriano goza plenamente de las características de la música sagrada, tan y como él mismo expuso en si “motu proprio”: santidad, bondad de formas y universalidad[1]. Nos presenta también un criterio clave a la hora de reflexionar sobre la música en la liturgia: una composición religiosa será más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto diste más de este modelo soberano.[2] Añade nuestro santo que el antiguo canto gregoriano tradicional deberá restablecerse ampliamente en las solemnidades del culto; teniéndose por bien sabido que ninguna función religiosa perderá nada de su solemnidad aunque no se cante en ella otra música que la gregoriana. Procúrese, especialmente, que el pueblo vuelva a adquirir la costumbre de usar del canto gregoriano, para que los fieles tomen de nuevo parte más activa en el oficio litúrgico, como solían antiguamente[3]. Es muy evidente el deseo de San Pío X: restaurar el gregoriano y que el mismo se cante en nuestras celebraciones litúrgicas.
     Cualquiera podría pensar: “caramba: este escrito papal es del 1903, por lo que ya no tiene vigencia”. ¡Error! EL Beato Juan Pablo II, al comentar el escrito de su predecesor, nos dice sobre el canto gregoriano: Entre las expresiones musicales que responden mejor a las cualidades requeridas por la noción de música sagrada, especialmente de la litúrgica, ocupa un lugar particular el canto gregoriano. El concilio Vaticano II lo reconoce como "canto propio de la liturgia romana" (SC 116) al que es preciso reservar, en igualdad de condiciones, el primer puesto en las acciones litúrgicas con canto celebradas en lengua latina (MS 50). San Pío X explicó que la Iglesia lo "heredó de los antiguos Padres", lo "ha conservado celosamente durante el curso de los siglos en sus códices litúrgicos" y lo "sigue proponiendo a los fieles" como suyo, considerándolo "como modelo acabado de música sagrada" (TLS 3). Por tanto, el canto gregoriano sigue siendo también hoy elemento de unidad en la liturgia romana.
 
     La “Sacrosantmum Concilium” (del 1963) dedicó un capítulo a la música sagrada. Nos dice el número 116 sobre el canto gregoriano: La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas. A los 50 años del tan venerado Concilio Vaticano II deberíamos detenernos ante el canto gregoriano. Muchos músicos litúrgicos piensan que en la liturgia sólo tiene cabida la música con ritmos autóctonos. Piensan que el gregoriano es cosa del pasado y se amparan al Vaticano II sin darse cuenta que el mismo avaló lo propuesto por San Pío X y sus sucesores. ¡Cómo se nota que no hemos olido ni  siquiera ese capítulo VI de la “Sacrosanctum Consilium"!
     Recientemente compuse un Credo de los Apóstoles con un estribillo con ritmo medido y con los artículos del Credo con aire neo-gregoriano. El mismo fue difundido a las parroquias de mi diócesis. Me resultó muy curioso la resistencia de algunos coralistas a cantar la parte “gregoriana” sin siquiera haberla escuchado. ¿Por qué nos sentimos tan intimidados por el canto gregoriano? Gracias a Dios las scholæ cantorum de mi parroquia lo han aprendido y ya lo cantan con soltura, para gloria de Dios.
     Hace poco enseñé mis alumnos de música litúrgica el Attende Dómine, cántico indicador de la Cuaresma. Al principio… la típica resistencia, pero al final terminaron cantándolo… ¡y en latín! También les enseñé una versión en vernáculo que respeta la melodía y el aire gregoriano, y fue una experiencia maravillosa el escuchar de sus labios tan hermosa melodía.
     La única manera de restaurar el canto gregoriano en nuestras comunidades parroquiales es cantándolo, dejando a un lado los miedos infundados que nos han asaltado, los prejuicios post- conciliares que nos hacen ver lo antiguo como malo y lo moderno como bueno, el vernáculo como sagrado y el latín como casi un sacrilegio. ¡Cuán distinto es el sensus Ecclesiæ!  Sería maravilloso el “sentir con la Iglesia” también en este punto inculcando en nuestras comunidades los cánticos sencillos del gran tesoro gregoriano: el Pange lingua, la Salve Regina, el Adorote devote, entre muchos otros. De esa forma estaremos cultivando ese canto que es paradigma de la música litúrgica, tal y como dijo San Pío X y como reafirmo el Beato Juan Pablo II: Con respecto a las composiciones musicales litúrgicas, hago mía la "ley general", que san Pío X formulaba en estos términos: "Una composición religiosa será tanto más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto más diste de este modelo supremo"[4]. Sin detrimento de las demás formas de música litúrgica, especialmente el canto religioso popular, conviene resucitar aquel canto que nunca fue arrinconado por Vaticano II: todo lo contrario, pues es el propio del rito latino y el que debe de ocupar el primer lugar en la liturgia[5].


[1] Cf. TLS 1-2
[2] TLS 3
[3] Ib
[4] Quirógrafo 12
[5] SC 116

2 comentarios: