(Décimo de una serie de artículos conmemorativos del
50mo. aniversario de la Sacrosanctum
Concilium –SC-)
Continúo con esta serie de
artículos enmarcados en los 50 años de la SC. En el segundo artículo de esta
serie hablamos sobre el tesoro de la música sagrada haciendo alusión a lo que
nosotros llamamos “canciones viejas” y la importancia de las mismas en la liturgia.
Cuando hablamos del “tesoro de la música sagrada” nos referimos a ese gran
patrimonio que por siglos la Iglesia ha usado y custodiado celosamente, de esa
música que ha alimentado la fe de generaciones de cristianos por siglos, creada
para la liturgia e inflamada de su espíritu. Ese “tesoro” debe ser cultivado,
tal como nos pide SC 114: Consérvese y
cultívese con sumo cuidado el tesoro de la música sacra. Ese tesoro está
encabezado por el canto gregoriano: La Iglesia reconoce el canto gregoriano como
el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay
que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas (SC 116). Además, en el tesoro de la música sagrada está la polifonía sagrada antigua y moderna, en sus
distintos géneros, la música sagrada para órgano y para otros instrumentos
admitidos, y el canto sagrado popular, litúrgico y religioso (MS
4b). Lamentablemente son muchos los que piensan que Vaticano II rezagó el canto
gregoriano y toda la música del pasado para darle paso a cantos con ritmos
modernos y folklóricos. Es un malentendido general –como decía en mi segundo
artículo de esta serie- el pensar que Vaticano II dijo que lo pasado-viejo es
malo y lo moderno-nuevo es bueno. Sin embargo nos pide, por un lado, que se fomente
con empeño el canto religioso popular de modo que… en las mismas
acciones litúrgicas, de acuerdo con las normas y prescripciones de las
rúbricas, resuenen las voces de los fieles y que se le dé a la música
tradicional de los pueblos la debida
estima y el lugar correspondiente no sólo al formar su sentido religioso, sino
también al acomodar el culto a su idiosincrasia (SC 119). El canto religioso
popular expresa la riqueza cultural de los pueblos (Cf. Catecismo de la
Iglesia Católica 1158). No se trata, pues, de rezagar el gregoriano y
acoger la música de nuestros pueblos o idolatrar la polifonía de Palestrina y
condenar un canto religioso popular (Cf. Mt 6, 24), sino de “sacar del arca lo
nuevo y lo antiguo” (Mt 13, 52), saber utilizar, según las circunstancias, los
diferentes géneros de música sagrada, aquellos que, claro está, tenemos a
nuestro alcance. Podemos cantar como cántico de entrada con aire folklórico,
sin excluir el canto del “Paternoster” (en latín) y/o un canto gregoriano
eucarístico para la Comunión, según la fiesta litúrgica, el tipo de asamblea,
los recursos musicales, etc. Creo que debemos considerar dos cosas muy
importantes para lograr esta reconciliación: Por un lado, los encargados de la
música en nuestras parroquias debemos aprender a abrir el arca, a sacar y usar “lo
nuevo y lo antiguo”, recuperar cantos hermosos que pertenecen al gran
patrimonio musical de la Iglesia que han nutrido la fe de tantos creyentes a lo
largo de los siglos, tantas veces olvidados y despreciados por ser “antiguos”;
por otro lado debemos aprender a seleccionar cantos “nuevos” y apropiados para
la liturgia, no cualquier cancioncilla alegre con sabor religioso, sino
canciones que nos muevan a la oración, que estén inspiradas en las sagradas
Escrituras, en escritos de los santos, que posean calidad literaria y que hayan
sido compuestas para la liturgia (Cf. DLE 118-120). Ciertamente hay que
fomentar aquellas formas particulares que
constituyen el carácter específico de su propia música (TLS 3), pero
también aprender a apreciar y valorar el “tesoro de la música sagrada”. Hay que
aprender a abrir el arca y sacar “lo nuevo y lo antiguo.”
Mil gracias!
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