Durante el
tiempo de Cuaresma tenemos un ayuno litúrgico muy peculiar: el ayuno del “aleluya”,
aclamación en donde la
asamblea de los fieles recibe y saluda al Señor, que va a hablar (Prænotanda
del leccionario 23; Ordenación General del Misal Romano –OGMR- 62).
Esta aclamación es reemplazada –durante la Cuaresma- por el
versículo que aparece en el leccionario antes del evangelio, o por ese
versículo precedido y seguido de algunas de las
aclamaciones cristológicas sustitutas del “aleluya”, que también están
en el leccionario.
Es en la Vigilia Pascual que el “aleluya” es
retomando, convirtiéndose en la aclamación pascual por excelencia (Cf. Normas
universales para el Año Litúrgico 22). Esta “resurrección” del “aleluya” se
da después de la proclamación de la Epístola, proclamación que se da después
del canto solemne del “Gloria”, que ha estado también ausente durante la
Cuaresma (excepto las fiestas y solemnidades -fuera de los domingos- que
coincidiesen con este tiempo penitencial). Los libros litúrgicos nos presentan
el cómo debe ser llevado a cabo el rito del canto del “aleluya” pascual, aunque
hay elementos que están presentes en unos pero no en otros, como veremos a
continuación: El “Misal Romano”, traducción de Argentina, presenta en sus
rúbricas para la Vigilia en
la Noche Santa #34 que, acabada la lectura de la Epístola, todos se
levantan y el sacerdote entona solemnemente por tres veces el “Aleluya”,
elevando gradualmente la voz, y todos responden. Si fuera necesario, el “Aleluya”
es proclamado por un cantor. Después, el salmista o cantor entona el salmo 117
y el pueblo responde “Aleluya”. El cantor que inicia el triple “aleluya” es
el propio sacerdote, a menos que –como se sobre entiende- no tenga suficientes
dotes para cantar. El pueblo responde a cada “aleluya” repitiendo esta
aclamación con la melodía entonada por el sacerdote o cantor. Se dice que este
triple “aleluya” debe cantarse elevando
gradualmente la voz. Este mismo punto es presentado en la Carta circular
para las fiestas pascuales #87: Después,
todos se levantan y el sacerdote entona por tres veces el "Aleluya",
elevando gradualmente la voz, y repitiéndolo la asamblea, citando el
Ceremonial de los obispos #352: El
Obispo, de pie y sin mitra, entona solemnemente el “Aleluya”, con la ayuda, si
es necesario, de una de los diáconos o de los concelebrantes. Lo canta tres
veces, elevando la voz gradualmente: el pueblo, después de cada vez lo repite,
en el mismo tono. Este elevar gradualmente la voz no está presente en el
Misal Romano de España (en uso en Puerto Rico hasta el 2012): Acabada
la epístola, todos se levantan, y el sacerdote –o si fuera necesario, un
salmista- entona solemnemente el “Aleluya”, que repiten todos (“Misal Romano”: Domingo de Pascua de la
Resurrección del Señor en la noche santa 34). Tampoco esta instrucción está
presente en el Graduale Romanum, donde se indica que después de la Epístola el mismo cantor [entiéndase,
el que ha cantado el salmo anterior presentado en el Gradual] canta el “Aleluya”, el que todos repiten…
El Graduale Simplex, por su parte, indica que después de la Epístola los cantores cantan: “ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA”,
el cual es repetido por todos.
Vemos que hay
dos maneras de cantar el “aleluya” en esta parte de la Vigilia Pascual:
cantándolo tres veces elevando el volumen de la voz, con la repetición
correspondiente por parte de la asamblea; o cantándolo tres veces con el mismo
matiz de voz, con la triple repetición por parte de la asamblea. Se canta de
pie, como lo hacemos regularmente.
Este triple “aleluya”
es seguido por algunos versículos del salmo 117, salmo eminentemente pascual,
el cual concluye los 6 salmos del “Hallel”. Estos versículos son cantados no
por el sacerdote, sino por un salmista o cantor. Este salmo funge como uno “aleluyático”:
así se llaman los salmos que tienen como respuesta salmódica el “aleluya”.
Después del mismo no encontramos otro “aleluya” con su versículo a modo de
aclamación al evangelio, pues el salmo aleluyático precedente cumplió con esa
función (Cf. Introducción al “Graduale Simplex” 16; OGMR 63).
El canto del “aleluya”
se hace estando de pie. En ningún lugar
se indica que, mientras se canta el salmo 117, nos sentemos. Por ende se
entiende que permanecemos de pie durante este salmo aleluyático y durante el
evangelio que le sigue. Alabemos al Señor vencedor de la muerte y el pecado
cantando un solemne y perenne “aleluya”, el cual es anticipo de aquel que
resuena en las mansiones celestiales.
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