“LA MUSICA DE LOS DISTINTOS PUEBLOS EN LA LITURGIA”
(Noveno de una serie de artículos conmemorativos del
50mo. aniversario de la Sacrosanctum
Concilium –SC-)
Uno de los
puntos en donde más citamos de manera genérica al Vaticano II es en lo tocante
a la música de los distintos pueblos en las celebraciones. SC 119 dice al
respecto: Como en ciertas regiones,
principalmente en las misiones, hay pueblos con tradición musical propia que
tiene mucha importancia en su vida religiosa y social, dese a esta música la
debida estima y el lugar correspondiente no sólo al formar su sentido
religioso, sino también al acomodar el culto a su idiosincrasia. En la
formación musical de los misioneros procúrese cuidadosamente que, dentro de
lo posible, puedan promover la música tradicional de su pueblo, tanto en
las escuelas como en las acciones sagradas. No podemos negar que la música
litúrgica con aires autóctonos nos identifica como pueblo y puede ser una vía
para vivir mejor los misterios de nuestra fe. Hay que recordar que la Iglesia no pretende imponer una rígida
uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni
siquiera en la liturgia; por el contrario, respeta y promueve el genio y las
cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con simpatía y,
si puede, conserva íntegro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra
que no esté indisolublemente vinculado o supersticiones y errores, y aun a veces
lo acepta en la misma liturgia, con tal que se puede armonizar con su verdadero y auténtico espíritu (SC 37).
San Pío X afirmó en su Motu Proprio Tra
le sollecitudini 2 (TLS) sobre la música sagrada que la misma debe ser
universal, en el sentido de
que, aun concediéndose a toda nación que
admita en sus composiciones religiosas aquellas formas particulares que
constituyen el carácter específico de su propia música, éste debe estar de
tal modo subordinado a los caracteres generales de la música sagrada, que
ningún fiel procedente de otra nación experimente al oírla una impresión que no
sea buena. San Pío X da un criterio básico: no se trata de entonar cánticos
folklóricos por cantarlos, sino que esta música debe tener las demás características
de la música sagrada -además de la universalidad-, características que el mismo
Papa presenta en TLS: la santidad y la belleza. El Beato Juan Pablo II dijo en
su Quirógrafo 6-7: Conviene
destacar que el canto y la música
requeridos por la reforma litúrgica deben responder también a exigencias
legítimas de adaptación e inculturación. Sin embargo, es evidente que toda
innovación en esta delicada materia debe respetar criterios peculiares, como la
búsqueda de expresiones musicales que respondan a la implicación necesaria de
toda la asamblea en la celebración y eviten, al mismo tiempo, cualquier
concesión a la ligereza y a la superficialidad. La música con aires
autóctonos implica a la asamblea en la liturgia, el que el pueblo participe de
los cantos (como dijimos en el 5to. artículo de esta serie), pero esta música
no debe regirse por la simple autoctonicidad: debe evitar la concesión
a la ligereza y a la superficialidad. Ante la falta de formación musical y
litúrgica, es muy fácil caer en estas concesiones.
Hace falta tener música litúrgica según el
carácter de los distintos pueblos. Para ello hay que capacitar y estimular compositores que puedan aportar música con rasgos
inculturados y con conciencia litúrgica adecuada (Directorio Litúrgico
“La Eucaristía” 127). Para ello –insisto- hace falta que los compositores
litúrgicos estén debidamente formados en materia musical y litúrgica, que estén
imbuidos de un auténtico espíritu litúrgico y que conozcan bien la música de su
país, para poder discernir debidamente a la hora de seleccionar esas formas particulares que
constituyen el carácter específico de su propia música (TLS 2). Como
dijo el Beato Juan Pablo II: Sólo un artista profundamente imbuido del “sensus Ecclesiæ” puede intentar
percibir y traducir en melodía la verdad del misterio que se celebra en la
liturgia (Quirógrafo 12). El gran reto
consiste en componer música sagrada, dotadas de:
1. Santidad: Que excluya lo profano en las melodías y en su interpretación; que esté vinculada a la acción litúrgica en cuestión; que posea sentido de oración, llevándonos al misterio; que el texto parta preferiblemente de las Sagradas Escrituras, oraciones litúrgicas o textos de los santos.
2. belleza: Que sea arte verdadero; que la música sea bien interpretada por todos; que haya consonancia entre música y liturgia y entre música y texto.
1. Santidad: Que excluya lo profano en las melodías y en su interpretación; que esté vinculada a la acción litúrgica en cuestión; que posea sentido de oración, llevándonos al misterio; que el texto parta preferiblemente de las Sagradas Escrituras, oraciones litúrgicas o textos de los santos.
2. belleza: Que sea arte verdadero; que la música sea bien interpretada por todos; que haya consonancia entre música y liturgia y entre música y texto.
3. Universalidad: Que, aun teniendo la música caracgterísticas propias de nuestro pueblo, ningún extranjero se sienta incómodo al escucharla; que se abra a la inculturación, pero sin caer en la ligereza o la superficialidad.
Otra vez cito al Beato Juan Pablo II:, quien a su vez citó a San Pïo X: Con respecto a las composiciones musicales litúrgicas, hago mía la "ley general", que San Pío X formulaba en estos términos: "Una composición religiosa será tanto más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque al aire, inspiración y sabor de la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto más diste de este modelo soberano (Ib). Las composiciones litúrgicas con aires folklóricos deben poseer las características propias de la música sagrada, cosa que requiere gran formación litúrgica y musical, tanto en el plano de la música sagrada tradicional de la Iglesia como de la música propia de los distintos pueblos.
Igualmente la interpretación juega un papel importante. Hay que recordar que la liturgia no es un concierto, una presentación musical (artistas en tarima con su "público"). La música litúrgica no se debe regir por el modelo de la música secular. La manera de cantar o tocar los ntrumentos musicales debe caracterizarse por la sencillez, en función del misterio celebrado; que el texto revestodo de música sea lo principal, abonando a la solemnidad litúrgica. Sobre este punto escribiré un futuro artículo.