las
características Y LOS FINES de la musica en la liturgia
según
el papa San Pío X en su documento Tra le sollecitudini
1. SANTIDAD:
a. Que
excluya lo profano en la melodía y en la interpretación;
b. que
esté vinculada estrechamente a la acción litúrgica por haber sido hecha para la
misma;
c. que
posea sentido de oración, llevándonos a contemplar el misterio;
d. que
preferiblemente parta de textos bíblicos, litúrgicos o hagiográficos.
Se
pueden revisar los textos de los cánticos y ver su procedencia. No es mala idea
meditar y orar con los textos de los cánticos que solemos entonar. Así los
asimilamos mejor y, habiéndolos hecho nuestros, ejerceremos mejor nuestro
ministerio.
2. BELLEZA (o “bondad de formas” o “arte
verdadero”):
a. Que
sea arte verdadero (según las posibilidades de los ministerios musicales);
b. que
sea bien ejecutada tanto por los coralistas como por los instrumentistas;
c. que
haya consonancia entre música y celebración litúrgica particular o la parte de
la celebración que lleve música;
d. igualmente
que haya consonancia entre texto y música.
Los
ministros de la música deben de estar siempre abiertos a aprender, a mejorar
sus destrezas musicales y a conocer mejor la liturgia a la que sirven. No todo
el mundo tiene talento para la música, por lo que los que no saben cantar deben
buscar en qué áreas pueden servir mejor a su comunidad. Si tenemos ese talento,
hay que desarrollarlo con humildad.
3. UNIVERSALIDAD:
a. Que,
aun teniendo la música características propias de nuestro pueblo, ningún
extranjero se sienta incómodo al escucharla;
b. que
se abra a la inculturación, pero sin caer en la ligereza o la superficialidad,
respetando las acciones litúrgicas.
Sin
excluir nada de lo tocante a la inculturación, es importante abrirse a la
universalidad de la Iglesia aprendiendo cánticos sencillos en latín propios del
repertorio musical católico, tal y como ha pedido la Iglesia (Sacrosanttum Concilium 117; Musicam Sacram 47). Este repertorio nos
ayuda a redescubrir nuestra catolicidad al unirnos a la tradición (pues gran
parte de este repertorio el de siglos) y al orbe católico. Cantar a una estos
bellos himnos en las grandes celebraciones papales en Roma o en otros lugares
es una experiencia única de Iglesia católica.
B. Fines
1. LA GLORIA DE DIOS: La música
para la liturgia ha de tener ese enfoque “vertical ascendente”, pues no es un
“show para un público”. No es un concierto. Así como la liturgia es para Dios,
su música también lo es. La misma contribuye a aumentar el decoro y esplendor de las
solemnidades religiosas trayendo el cielo
a la tierra. El ministerio musical está en función exclusiva de la liturgia, no
del ministerio en sí. La música no es el fin, sino un medio que sirve a la
liturgia en su finalidad “latréutica” (=de adoración).
2. LA SANTIFICACION DE LOS FIELES:
Ese glorificar a Dios redunda a nuestra santificación. Dios no gana nada con
nuestras alabanzas: nosotros somos los que, al acercarnos a Él por la plegaria
cantada en la liturgia, nos santificamos. Esa santificación por la liturgia y
su música contribuye en nuestra vida cotidiana fomentando nuestra
espiritualidad traducida en caridad. Por eso este fin de la liturgia y la
música litúrgica es también “horizontal”: nuestras alabanzas a Dios nos traen
gracias de Dios que repercuten no en Dios, sino en nosotros. ¿Hasta qué punto
mi relación con Dios y con mis hermanos ha mejorado a través del ministerio de
música?