Los cultivadores de la música sagrada, dedicándose con renovado impulso a un sector de tan vital importancia, contribuirán a la maduración de la vida espiritual del pueblo de Dios (San Juan Pablo II).


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miércoles, 19 de febrero de 2014

VATICANO II Y LA MUSICA LITURGICA: LO QUE PIDE (9no. artículo)


“LA MUSICA DE LOS DISTINTOS PUEBLOS EN LA LITURGIA”

 

(Noveno de una serie de artículos conmemorativos del 50mo. aniversario de la Sacrosanctum Concilium –SC-)

 

 

     Uno de los puntos en donde más citamos de manera genérica al Vaticano II es en lo tocante a la música de los distintos pueblos en las celebraciones. SC 119 dice al respecto: Como en ciertas regiones, principalmente en las misiones, hay pueblos con tradición musical propia que tiene mucha importancia en su vida religiosa y social, dese a esta música la debida estima y el lugar correspondiente no sólo al formar su sentido religioso, sino también al acomodar el culto a su idiosincrasia. En la formación musical de los misioneros procúrese cuidadosamente que, dentro de lo posible, puedan promover la música tradicional de su pueblo, tanto en las escuelas como en las acciones sagradas. No podemos negar que la música litúrgica con aires autóctonos nos identifica como pueblo y puede ser una vía para vivir mejor los misterios de nuestra fe. Hay que recordar que la Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia; por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con simpatía y, si puede, conserva íntegro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra que no esté indisolublemente vinculado o supersticiones y errores, y aun a veces lo acepta en la misma liturgia, con tal que se puede armonizar con su verdadero y auténtico espíritu (SC 37).

     San Pío X afirmó en su Motu Proprio Tra le sollecitudini 2 (TLS) sobre la música sagrada que la misma  debe ser universal, en el sentido de que, aun concediéndose a toda nación que admita en sus composiciones religiosas aquellas formas particulares que constituyen el carácter específico de su propia música, éste debe estar de tal modo subordinado a los caracteres generales de la música sagrada, que ningún fiel procedente de otra nación experimente al oírla una impresión que no sea buena. San Pío X da un criterio básico: no se trata de entonar cánticos folklóricos por cantarlos, sino que esta música debe tener las demás características de la música sagrada -además de la universalidad-, características que el mismo Papa presenta en TLS: la santidad y la belleza. El Beato Juan Pablo II dijo en su Quirógrafo 6-7: Conviene destacar que el canto y la música requeridos por la reforma litúrgica deben responder también a exigencias legítimas de adaptación e inculturación. Sin embargo, es evidente que toda innovación en esta delicada materia debe respetar criterios peculiares, como la búsqueda de expresiones musicales que respondan a la implicación necesaria de toda la asamblea en la celebración y eviten, al mismo tiempo, cualquier concesión a la ligereza y a la superficialidad. La música con aires autóctonos implica a la asamblea en la liturgia, el que el pueblo participe de los cantos (como dijimos en el 5to. artículo de esta serie), pero esta música no debe regirse por la simple autoctonicidad: debe evitar la  concesión a la ligereza y a la superficialidad. Ante la falta de formación musical y litúrgica, es muy fácil caer en estas concesiones.

     Hace falta tener música litúrgica según el carácter de los distintos pueblos. Para ello hay que capacitar y estimular compositores que puedan aportar música con rasgos inculturados y con conciencia litúrgica adecuada (Directorio Litúrgico “La Eucaristía” 127). Para ello –insisto- hace falta que los compositores litúrgicos estén debidamente formados en materia musical y litúrgica, que estén imbuidos de un auténtico espíritu litúrgico y que conozcan bien la música de su país, para poder discernir debidamente a la hora de seleccionar esas formas particulares que constituyen el carácter específico de su propia música (TLS 2). Como dijo el Beato Juan Pablo II: Sólo un artista profundamente imbuido del “sensus Ecclesiæ” puede intentar percibir y traducir en melodía la verdad del misterio que se celebra en la liturgia (Quirógrafo 12). El gran reto consiste en componer música sagrada, dotadas de:

1. Santidad: Que excluya lo profano en las melodías y en su interpretación; que esté vinculada a la acción litúrgica en cuestión; que posea sentido de oración, llevándonos al misterio; que el texto parta preferiblemente de las Sagradas Escrituras, oraciones litúrgicas o textos de los santos.

2. belleza: Que sea arte verdadero; que la música sea bien interpretada por todos; que haya consonancia entre  música y liturgia y entre música y texto.
3. Universalidad: Que, aun teniendo la música caracgterísticas propias de nuestro pueblo, ningún extranjero se sienta incómodo al escucharla; que se abra a la inculturación, pero sin caer en la ligereza o la superficialidad.
     Otra vez cito al Beato Juan Pablo II:, quien a su vez citó a San Pïo X: Con respecto a las composiciones musicales litúrgicas, hago mía la "ley general", que San Pío X formulaba en estos términos: "Una composición religiosa será tanto más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque al aire, inspiración y sabor de la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto más diste de este modelo soberano (Ib). Las composiciones litúrgicas con aires folklóricos deben poseer las características propias de la música sagrada, cosa que requiere gran formación litúrgica y musical, tanto en el plano de la música sagrada tradicional de la Iglesia como de la música propia de los distintos pueblos.
    Igualmente la interpretación juega un papel importante. Hay que recordar que la liturgia no es un concierto, una presentación musical (artistas en tarima con su "público"). La música litúrgica no se debe regir por el modelo de la música secular. La manera de cantar o tocar los ntrumentos musicales debe caracterizarse por la sencillez, en función del misterio celebrado; que el texto revestodo de música sea lo principal, abonando a la solemnidad litúrgica. Sobre este punto escribiré un futuro artículo.